Es necesario dejar que Jesús toque en nuestros oídos para que se abran a la gracia de divina
“Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua” (Marcos 7,33)
Al contemplar el Evangelio de hoy, vemos que llevaron a un hombre sordo. El propio Jesús tomó a aquel hombre de las manos porque querían que simplemente le impusiese las manos. A veces, no basta con que el Señor nos imponga las manos, sino que es necesario que nos tome de la mano, porque necesita renovarnos.
Algunas computadores necesitan ser reprogramados, pero no somos máquinas, somos criaturas divinas que Dios creó a su imagen y semejanza; sin embargo el mundo y las circunstancia nos desprograman de la aquella gracia original. Es necesario, entonces, que Dios nos lleve aparte.
Dios tomó a Adán y lo llevó aparte a un sueño profundo y, entonces, nació una criatura divina semejante a él, que fue Eva, su esposa. Del mismo modo, Jesús toma a ese hombre de las manos y lo apartó de la multitud. Es importante apartarnos de los otros para entrar en comunión con Dios, porque, a veces, estamos en medio del mundo, estamos en aquel trajín, en la confusión, en la vida frenética, estamos viviendo como máquinas. Necesitamos apartarnos para encontrar el silencio original, dejar que la mano de Dios nos toque y nos renueve. Por eso, Jesús, con sus dedos, tocó los oídos de aquel hombre para que se abrieran.
Muchas veces nuestros oídos están cerrados. La Palabra de Dios no penetra más en ellos, no logramos entrar en sintonía con Dios. Por eso necesitamos dejar que el Señor toque nuestros oídos, para que se abran a la gracia divina.
No hay nada más íntimo que la saliva, y fue con la saliva de la intimidad de Dios que tocó en la lengua de aquel hombre, para que volviera a hablar, para que su lengua se abriera. Dios necesita tocar nuestra lengua, pues no sabemos alabarlo, adorarlo, proclamar su nombre ni hablar la verdad. Necesitamos del toque de la gracia.
Aquel hombre fue tocado y su lengua se soltó, pero hay muchas lenguas sueltas para hablar lo que no debe, para hablar de la vida de los demás, para criticar y maldecir. Hay muchas lenguas sueltas, que no dejan de pronunciar cosas negativas, que es mucho mejor que se callaran.
Necesitamos del toque de la gracia de Dios, porque lo que más existen lenguas trabadas para proclamar la gloria del Señor, para hacer y hablar del bien de los otros. Si nuestra lengua está trabado, es porque nuestros oídos están cerrados para hablar al Señor.
Lo que los oídos escuchan es de lo que la boca habla. Si escuchamos a Dios, si escuchamos su Palabra, hablaremos de Él. ¡Que el Señor nos toque por dentro, por fuera y nos restaure!
¡Dios te bendiga!