“Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor” (Lc 1, 67,69).
Zacarías esta pleno del Espíritu Santo, y es el Espíritu Santo que actúa en él, mueve para alabar, bendecir, adorar y glorificar el Dios Santo de Israel. Esta es una característica fundamental de aquel que se abre para la gracia de Dios y se deja llenar del Espíritu.
Antes, había un otro espíritu moviendo el corazón de zacarías – el miedo, la inseguridad – por eso, él quedo mudo. Ahora que su corazón se abrió, que su corazón se lleno para la gracia, él estaba bendiciendo y alabando el Señor Nuestro Dios.
¡Levantemos nuestras manos para el Cielo, glorifiquemos el Señor Nuestro Dios! No seamos movidos por ningún espíritu mundano y consumista de este mundo, no seamos movidos por ningún espíritu de discordia, confusión, mentira e ilusión, pero que solo el Espíritu Santo del Señor esté en nosotros.
Contemplamos Jesús actuando en nuestro medio cuando nos abrimos para Su gracia
Celebremos nuestra Navidad de una forma sobria, sana y por encima de todo, tomados por la gracia divina. La noche que nos espera es una noche de acción de gracias, es una noche para alabarnos, bendecir y exaltar Aquel que es nuestro Dios, Aquel que tiene misericordia de nosotros y manifestó Su poder salvador.
Si no encontramos decepcionados o perdidos en los caminos de la vida, es porque no abrimos aún todo nuestro corazón para que el poder salvador de Dios se manifieste en nosotros. Nada es más importante para alegrar nuestro corazón, hoy e a cada día de nuestra vida, que contemplar Jesús Salvador. Zacarías estaba contemplando en la fuerza y en el poder del Espíritu.
Jesús aún no nació, en el contexto cronológico, pero lo que se realiza en la vida de esta pareja es la manifestación de ese poder salvador de Dios. Contemplamos Jesús actuando en nuestro medio cuando nos abrimos para Su gracia; Él nace, vive y esta en nuestro medio.
Es eso que queremos celebrar con toda la intensidad de nuestro corazón, en la humildad, en la simplicidad, dejando que esa gracia divina venga brillar en nuestros hogares, en nuestras familias y en nuestras casas.
No seamos movidos por el Espíritu del mundo para celebrar el nacimiento de nuestro Salvador. El espíritu navideño no es el espíritu de consumismo, de la barriga llena, de emborracharse. El espíritu de nacimiento de Jesús es el espíritu de la sobriedad, de la paz, de la reconciliación, de la alabanza, el espíritu que nos lleva a exaltar el divino Salvador que viene a nuestro encuentro para liberarnos.
¡Dios te bendiga!
