“No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno” (Jn 17, 15).
Jesús sigue rezando por nosotros, rezando que permanezcamos seguros, para que no perdamos la osadía y el coraje evangélica; rezando para que podamos permanecer en Él mismo estando en el mundo. Por eso, Él esta pidiendo para que seamos preservados del mundo.
El Señor nos dio Su Palabra, pero el mundo la rechazo. Y, si el mundo rechaza la Palabra de Dios, el mundo rechaza también aquellos que creen en la Palabra de Dios, pero no podemos permanecer con la mentalidad del mundo, necesitamos permanecer en la mentalidad del Evangelio, permanecer en la Palabra de Dios.
Si tu no estas centrado en la Palabra, vuélvese para la Palabra de Dios, Vuélvese, porque es una tentación dispersarnos, es una tentación desviarnos, es una tentación perdernos el centro de la Palabra. Es la Palabra de Dios que tiene que formarnos a cada día de nuestra vida.
Vuélvese para la Palabra, pues solo Jesús tiene Palabra de vida eterna
No es alienación, por el contrario, es transformación, es la vida en Dios que esta en nosotros. Recibimos ese don, esta dadiva que es la Palabra viva; y la Palabra viva de Dios tiene nombre, se llama Jesús. Él mismo nos dice: ” Consagraos en tu verdad; tu palabra es verdad”.
La Palabra de Dios es la verdad, Jesús es la verdad. Y es en Jesús, en la Palabra de Él, que somos consagrados. La gracia de la consagración bautismal que nos ungió, que nos dio el don del Espíritu es para permanecernos en la Palabra, para que la Palabra de Él permanezca en nosotros. Y así como el Padre envió Su Palabra, envió Su Hijo para libertar ese mundo, cuantos fueron libertos del poder del maligno, cuantos son libertos del poder del mal por la Palara libertadora de Jesús.
No viva ninguna esclavitud, no viva ninguna sumisión al mal o al pecado. No viva preso a las corrientes del maligno, ni tu, ni tu casa, ni tu familia. Vuélvese para la Palabra, pues solo Jesús tiene Palabra de vida eterna, solo Él tiene palabra que nos libertan y nos restauran.
Enfrentamos un león a cada día, eso cuando no es diez, mil… Enfrentamos cadenas, tribulaciones, enfrentamos, día por día, la realidad de vivir. ¡Y como la Palabra de Dios nos da el ánimo, el sabor y nos unge!
Necesitamos de la consagración viva en nosotros a cada día, pues ser consagrado es ser ungido. La unción que esta en Jesús también está en nosotros, cuando permitimos ser ungidos por la Palabra a cada día de nuestra vida.
¡Dios te bendiga!
