“Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro en el camino y les dijo: «Paz a ustedes.» Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: «No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán.” (Mt 28, 8-10).

Más un relato de la resurección, pues nosotros estamos vivenciando, en estos días de la Octava de la Pascua, justamente la belleza de la dinámica de la resurección de Jesús.

Yo estuve alguna veces, en la tierra santa, en Israel, precisamente en Jerusalen, en el santo sepulcro. Y he podido constatar con mis ojos que el cuerpo de Jesús no esta allí. ¡Realmente, el sepulcro está vacío! Esta es una prueba severa; es una prueba evidente de la resurección de Jesús; una prueba palpable de la resurección de Él, y eso ni los historiadores discuten. Además, la mayor prueba de la resurección de Jesús no esta solo en eso, y sí en el cambio en la vida de sus discípulos: la transformación de la vida de aquellos hombres que se dejaran tocar por el misterio de la vida de Cristo.

Y esta es la mayor prueba de la resurección: el cambio. Porque la resurección es una experiencia que toca nuestra vida; que cambia nuestro destino; nuestra forma de pensar; nuestra forma de comportarnos, porque, si nosotros también, un día, seremos resucitados con Cristo, nosotros necesitamos, hoy y ahora de nuestra vida, ya vivir como resucitados.

La mayor prueba de la Resurección de Jesús es el cambio en nuestra vida

Por eso, tu te vas dar cuenta y has dado cuenta a lo largo de estos días, que los evangelios destacan más los encuentros con Resucitado que el evento de la resurección en sí. Los evangelistas es muy sucintos al hablar de aquel momento de la resurección. No existe una cosa cinematográfica, efectos especiales, pues el evangelio es muy sutil al hablar de aquella realidad del momento de la resurección de Jesús. Además, los evangelios es muy enfáticos al hablar de los encuentros con Resucitado, porque es justamente el encuentro con el Resucitado que marca la vida de las personas, que marcó la vida de María Magdalena, de los discípulos, que marco mi vida y la tuya.

Aquellas mujeres, que buscaban un muerto, encontraran el cuerpo Resucitado. Y pueden acercarse de Él, tocar en Él; se postrarán a sus pies; pueden hacer su acto de fe. Y la fe de aquellas mujeres lleva a una experiencia real; una experiencia concreta – que cambia no solo el conocimiento intelectual, pues eso no cambia y nos ayuda a comprender, y la razón nos ayuda a dar sentido a nuestra fe; a dar las razones de porque nosotros creemos -, pero es aquí, en el corazón, en la sed de nuestra voluntad, que justamente ocurre este movimiento de gracia: la experiencia con Jesús Resucitado.

El mundo de hoy intenta reducir, vaciarse al maximo ese misterio porque es más facil crear hipótesis de que todo sea un invención humana, que no haya existido, en lugar de aceptar que existe de verdad un Dios que nos ama así; un Dios que nos ama para mas allá de la muerte; un Dios que nos ama en la Resurección de Su Hijo; es más difícil creer en eso. Además, somos llamados a sumergir nuestra vida en ese misterio. Tal vez, hoy, tu corazón este pasando por esa experiencia de aceptar definitivamente la Resurección de Jesús, y que ella pueda traer algo nuevo para tu corazón.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!