“Mas yo os digo: Amad á vuestros enemigos, bendecid á los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos é injustos. Porque si amareis á los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mateo 5, 44-46).

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El Evangelio de hoy nos muestra nuevamente la ley del amor al prójimo, sin embargo, Jesús nos conduce a una gran descubierta en este Evangelio: reconocer también en los enemigos alguien que es mi prójimo; ver en aquellos que nos persiguen alguien que también hace parte de mi rutina, esta cercano. A estos que están prójimos también debo ejercer el amor, no solo a las personas que me hacen el bien, no solo a las personas que amo, pero también soy llamado a vivir la ley del amor con aquellos que me persiguen.

Seguramente, es un gran desafio y una de las mayores novedades que Jesús nos presenta dentro de estos proyectos de dar pleno cumplimiento la Ley.

Es más facil amar las personas que queremos bien, las personas que nutrimos por ellas alguna simpatía o que simpatizan con nosotros, que nos quieren bien, no es necesario ningún esfuerzo, cualquier uno puede hacer eso, cualquier uno ama aquellos que también nos aman. Incluso aquellas personas que no tiene mucha sensibilidad unas con las otras, consiguen amar aquellas personas que tiene facilidad.

Si solo cumplimos lo que manda la Ley: amando al prójimo y odiando el enemigo, no hacemos nada de nuevo, además, Jesús ha venido para traernos una novedad. Hoy, Jesús nos propone este gran desafio, un desafio que nos convierte hermanos uno de los otros. Y, si convierte hermanos unos de los otros, nos convierte también hijos de un único Padre.

Jesús nos enseña a ser más allá de aquello que es convencional. ¡Que es convencional para mí, lo que me conviene, debo ir más allá que eso! Quien ama solo aquellos que los aman no tendrá ninguna recompensa – es lo que el Evangelio nos habla hoy —, pues no hace más nada que su obligación.

El amor es capaz de transformar los corazones más endurecidos

La recompensa es para aquellos que consigue amar los que los persiguen, los que calunían, enfin, los males; porque solo el amor es capaz de poner fin a estos sentimientos nocivos, solo el amor sana, solo el amor convierte el corazón.

No podemos olvidarnos de eso, el amor es capaz de transformar los corazones más endurecidos. Quien no se esfuerza para hacer el bien para las personas, quien no se esfuerza para amar aquellas personas dificiles, no esta haciendo nada de extraordinario.

Nuestro Señor, hoy, nos llama a vivir también el extraordinario de la vida: amar lo que no merecen, amar los que no merecen nuestro amor.

El tiempo de la Cuaresma nos pide estas actitudes osadas. Si conseguimos poner fin en una enemistad o hacer con que una persona deje de odiar la otra, estaremos en el camino correcto, estaremos caminando, de hecho, para la Pascua del Señor, para esta novedad.

Sabemos que eso no es nada facil, pero podemos intentar, la invitación es esta: esforcémonos, busquemos amar aquellas personas que son difíciles. Hagamos la experiencia de ver el amor transformando los corazones.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!