“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza” (Lc 21, 17-18).
El Evangelio de hoy nos pone delante de la realidad de los primeros seguidores de Cristo Jesús; Sus discípulos, Sus apóstoles son perseguidos y rechazados por causa del Señor. Son levados a los tribunales para ser juzgado, condenados y muchos van ser tomados por el miedo. Por eso, Jesús esta advirtiendo a ellos, porque, el primer a pasar por todo eso es el propio Jesús. Él mismo es juzgado, rechazado, preso, condenado y crucificado.
Sus seguidores pasaran por gran probación también, todos odiarán por causa de Su nombre. El nombre de Jesús causa odio y rechazo, no podemos ignorar esta realidad, fue así ayer, y a´si hoy en muchos lugares con más insistencia. Los cristianos son perseguidos en varios lugares en el mundo, pero la cultura cristiana verdadera causa rechazo y, muchas veces, no hay una cálida bienvenida.
Ahora, de nuestra parte, no es partir para el confronto, por el contrario, nuestro mandamiento es el mandamiento del amor. De nuestra parte, no es partir para el miedo para la guerra, nuestra parte es evangelizar de todo el corazón, porque la sangre de estos primeros cristianos fueran semillas para que muchos otros se convirtiesen también cristianos: la sangre de nuestro amor a Jesús.
Nuestros ojos tiene que estar fijos en Jesús porque Él es la luz que ilumina toda y cualquier realidad
No retratar en la misma moneda porque algunos están sembrando odio, porque los cristianos están siendo odiado, algunos están sembrando guerra porque están guerrilleando nuestra fe.
Nuestras armas no son las armas del mundo, nuestras armas son las armas de la fe. Por otro lado, el esencial: es necesario permanecer seguro para ganar la vida, permanecer seguro es permanecer de pie, es no perder la dirección de la fe, es permanecer con ojos fijos en Jesús, pues algunos están quitando los ojos de Jesús para volver a las tragedias, para las cosas dramáticas de la vida y del mundo, otros están sumergiendo la cabeza, el corazón en los dramas de la humanidad.
No es poco, no es indiferente, es importante estar inseridos, conocer el mundo en que estamos. Ahora, los ojos tiene que estar fijos en Jesús porque Él es la luz que ilumina toda y cualquier realidad.
No quitemos de Jesús nuestro corazón, en medio a todas las circunstancias que puedan parecer contrarias a nosotros, nuestra mirada es en Él. Es en Él que ponemos nuestra confianza; y la esperanza no decepciona.
¡Dios te bendiga!