“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: Diez jóvenes salieron con sus lámparas para salir al encuentro del novio. Cinco de ellas eran descuidadas y las otras cinco precavidas. Las descuidadas tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite consigo. Las precavidas, en cambio, junto con las lámparas, llevaron sus botellas de aceite. Como el novio se demoraba en llegar, se adormecieron todas y al fin se quedaron dormidas. Al llegar la medianoche, se oyó un gritó: «¡Viene el novio, salgan a su encuentro!». Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas (Mateo 25, 1-13).
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Y fue entonces cuando se vio quiénes eran las descuidadas y las precavidas. Estamos en el trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, y nos dirigimos hacia el final de nuestro año litúrgico. Hay tres momentos finales que veremos en los próximos domingos, hasta la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Por eso Mateo nos propone tres parábolas para prepararnos a estos momentos finales del año litúrgico. Estamos en la recta final.
Mateo, en el capítulo 25, presenta entonces a estas diez jóvenes, indicando la demora del esposo. Este retraso por parte del esposo nos remite aquí al problema de la comunidad cristiana en sus orígenes, la demora de la parusía, la promesa de Jesús de volver y la expectativa de la comunidad ante la venida de Jesús.
Al principio, las comunidades estaban muy entusiasmadas, pensando que Jesús volvería en pocos años. Pero las cosas siguieron del mismo modo, muchos entraron en crisis, muchos se desanimaron porque Jesús no volvía, dejaron el camino, incluso se decepcionaron con el propio Señor, se frustraron. Así que la comunidad vivía este drama de una cierta frustración ante la no venida de Jesús, la venida definitiva.
Y presenta a las cinco sabias y a las cinco necias. Las cinco prudentes se duermen, pero están preparadas. Las cinco imprudentes, también se duermen, pero no tenían el aceite, no tenían la fuerza para caminar, precisamente refiriéndose a la comunidad que se desanima, a la comunidad que se frustra, a la comunidad que se decepciona.
Perseveremos hasta que el Esposo llegue y nos encuentre preparados
Esto es muy válido también para nosotros, que a menudo empezamos muy bien el camino del Señor, sobre todo cuando experimentamos esa maravillosa conversión, todo empieza bien. Nos empeñamos, nos comprometemos, queremos salvar al mundo, queremos hablar a todo el mundo de Jesús, pero luego nos desanimamos, nos quedamos en la vera del camino, perdemos la vitalidad, ya no nos interesan las cosas del Señor. Por eso el esposo dijo: “No te conozco”, porque te ha faltado esta fidelidad, esta perseverancia.
Y entonces comenzó la oración:”Señor, Señor, queremos entrar, ábrenos la puerta”. Pero “Señor, Señor, son los que hacen la voluntad de mi Padre”, dijo Jesús, porque nuestro compromiso tiene que ser para toda la vida. Necesitamos asumir compromisos definitivos y no transitorios y temporales.
La primera lectura de este domingo trata del libro de la Sabiduría, esa sabiduría que necesita ser buscada día tras día y aquellos que buscan a Dios en su vida diaria encuentran esa sabiduría que es el mismo Dios. Hay que buscarlo, ir a su encuentro. El Salmo habla incluso de esta sed de Dios:”Tengo sed de ti, Señor”, y nuestro corazón necesita realmente a Dios, tengo que tener sed de Él y alimentar mi comunión con el Señor.
Que la gracia de Dios nos visite este domingo, reanime nuestros corazones, revitalice nuestros corazones para permanecer fieles. No sabemos cuándo vendrá el Señor. No sabemos ni el día ni la hora. A nosotros nos toca permanecer fieles.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.