Sucedió que Jesús estaba en una ciudad, y había allí un hombre lleno de lepra. Este, al ver a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Entonces Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: “Quiero; sé limpio”. Y al instante la lepra se fue de él (Lucas 5,12-16).
Misericordia y perdón
“Al instante la lepra se le quitó”. Ese es el final que escuchamos del Evangelio de hoy: Jesús cura a un leproso y lo envía al sacerdote para que certifique su cura.
Es necessario comprender esta realidad de que quien es leproso está al margen de la sociedad, está al margen de las relaciones. Son personas excluidas, personas que nadie quiere ayudar. Cuando Jesús cura a este leproso, le pide que vaya al sacerdote a fin de que este, verificando su cura, pueda reintegrarlo nuevamente en la sociedad.
Jesús vino para ser testigo de esta liberación en medio del pueblo. ¡Qué hermoso! Para el judaísmo, la cura de un leproso era una de las señales de la venida del Mesías, es decir, el Salvador. Y esto, hermano mío, debe ser para nosotros motivo de alegría. Si para el judaísmo la cura de un leproso estaba allí, mostrando que el Mesías estaba llegando, entonces, nos muestra que nada se opone al poder de Dios.
Dios puede realizar todo a través del Mesías, a través de Jesucristo
La narrativa contiene algunos elementos típicos de este episodio. Primero, el pedido del enfermo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. ¿Y cuál fue la respuesta positiva de Jesús? “Quiero. Sé limpio”. Y después lo envía al sacerdote. El leproso, entonces marginado de la comunidad, ahora es curado y reintegrado en ella.
¿Esta cura también es símbolo de qué? Del perdón y de la misericordia de Dios. Es el punto clave de esta reflexión. Primero, que la señal de la cura de un leproso es la venida del Mesías, pero también es símbolo del perdón y de la misericordia de Dios.
¡Cuántos de nosotros necesitamos experimentar el perdón y la misericordia de Dios! La lepra, en el sentido espiritual, son nuestros pecados. Solo el perdón y la misericordia de Dios pueden curar nuestra alma a causa de las heridas del pecado.
El Señor se retira para orar, para pedir fuerza, para seguir curando. Entonces, pidamos al Señor esta gracia, de que seamos hombres de oración, para, así como Jesús, también llevar la cura y la liberación a todas las personas, y que muchos puedan encontrarse con su perdón y con su misericordia.
Descienda sobre nosotros y permanezca para siempre la bendición del Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!