“Jesús le hizo frente con autoridad: ¡Cállate y sal de ese hombre! El espíritu impuro revolcó al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo y luego salió de él” (Mc 1,25-26).
La acción de Jesús es para libertarnos de todo mal, y mira que el mal, actuando en la vida humana, engendra una verdadera opresión; es opresión espiritual, psicológica y psíquica. ¡Cuántas cosas malas actúan en nuestra vida! Y yo hablo de las cosas que parecen sencillas, pero no son: mal pensamientos, mal sentimientos, son las malas intenciones que mueven dentro de nosotros y nos dejan verdaderamente personas impuras, y así nuestros actos se convierten maldoso porque el mal esta actuando dentro de nosotros.
Necesitamos volvernos para Jesús para que Él organice, primero, que estos espíritus no griten. Tal vez, cuando me refiero a los espíritus, te quedas pensando que es solo aquella persona que esta llena de demonios, pero basta ver cuantas cosas pesada salen de nuestra boca muchas veces. ¡Cuanto palabrota de maldición, cuantas palabra duras, cuantas palabras de ofensas! ¡Cuando la ira toma cuenta del corazón humano – que espíritu perverso, engañado y diabólico! – lo deja (con el perdón de la palabra) poseído.
Necesitamos pedir que Jesús nos liberte de estos espíritus para que ellos salgan de nuestras casas
La ira se convierte la persona violenta, y con la ira la persona suelta de la boca “lagartos y víbora”, las ofensas son las más duras. Estos días, vi un niño totalmente tomada por la ira, vi las palabras duras que salen de aquella boca y, recodando el Evangelio: “La boca habla de lo que el corazón esta lleno” Mt 12, 34), yo dijo: “¡Dios mío, liberta ese corazón!”.
Esta tiene que ser nuestra acción. No podemos dejar que estos espíritus impuros tomen cuenta de nuestros niños. Muchas veces, toman cuenta de los niños, porque los adultos también están impregnados. Cuantos gritos, cuantas palabras feas, ofensivas, destructivas, maldosas y malignas están saliendo de nuestras bocas, porque nuestro corazón está tomando por estos espíritus perversos y engañadores.
“¡Silencio, cállate!” Necesitamos organizar y, más que eso, pedir que Jesús nos liberte de estos espíritus para que ellos salgan de nosotros, de nuestras casas, de nuestras familias, de nuestros hijos y de nuestras vidas. El Señor vino para libertarnos, Él nos quiere libertos del poder del mal.
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¡Dios te bendiga!