“En verdad os digo que a los hombres se les perdonará todo pecado y toda blasfemia que profieran; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, sino que será reo de pecado eterno”. (Marcos 3,22-30).
Blasfemar es pecado
Amados hermanos y hermanas, este pecado que no podrá ser perdonado, que es el pecado contra el Espíritu Santo, lo comprendemos como el pecado de no acoger la salvación de Dios.
Este es el pecado contra el Espíritu Santo: cuando no acogemos la Buena Nueva de Jesucristo, cuando no acogemos aquello que Jesús realizó por nosotros en la cruz, derramando toda su sangre para liberarnos de todo pecado y de todo mal. Este es el pecado que no será perdonado.
¡El no creer que Jesús es el Señor! Y que Él actúa por el poder del Espíritu Santo. Y por eso, hermanos, Jesús quiere liberar a los pecadores del poder de Satanás y de la esclavitud del pecado.
Era una señal clara de que Jesús actuaba en nombre de Dios.
Por eso, hermano, hermana, negar que Jesús realiza milagros, prodigios, que expulsa demonios y no creer que lo hace en nombre de Dios, ¡ese es el pecado contra el Espíritu Santo! No creer que Jesús actúa en la persona del Espíritu Santo. Él está consagrado por el Espíritu Santo y toda acción de Jesús es la acción del Espíritu Santo.
Y por eso, hermano, hermana, esta señal clara de que Jesús actúa en nombre de Dios es para decir que Jesús actuaba por el poder del Espíritu Santo, y no por el poder del maligno, como este Evangelio nos va a mostrar.
Aquellos hombres, los maestros de la ley, decían que Jesús estaba poseído por Belcebú, y que expulsaba a los príncipes de los demonios por el espíritu maligno. Este es el gran pecado contra el Espíritu Santo.
Eso es blasfemar contra el Espíritu Santo.
Hermano, hermana, no corras el riesgo de no aceptar la salvación, la propuesta de Dios, que se realiza y se planifica en nuestro Señor Jesucristo.
El pecado contra el Espíritu Santo es no aceptar la Buena Nueva, la salvación y lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz.
Entonces le pido al Señor que en este día puedas abrir tu corazón y decirle a Jesús: te acepto como Señor y Salvador. ¡Y creo que Dios actúa a través de ti!
Que el Señor derrame su gracia sobre nosotros y que el Señor nos dé la gracia de creer que Jesús es el Señor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
