“Mira lo que están haciendo; esto está prohibido en día sábado. El les dijo: ¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente? Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.” (Marcos 2,24-26).

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Miren, mis hermanos y mis hermanas, más una realidad no es permitida, pero una tentación puesta sobre la rega; ahora, tratase del día de sábado. Ayer, hemos visto sobre la temática del ayuno; ahora, la temática se traslada para el sábado.

Para el judio, el sábado es un día sagrado, día de reposo, el día de Dios, el día que debe ser santificado; cosas, seguramente, muy justas. Pero Jesús da su explicación a partir de un hecho bíblico que esta en el primer Libro de Samuel, en el capitulo 21. Estamos en el Evangelio de hoy, donde los discípulos de Jesús pasan en el medio de aquellas plantaciones, en los capos de trigo y son reprendidos debido ese acto.

Pero la explicación que Jesús nos da,, apoyada en el Libro de Samuel, no es para justificar una transgresión, pero es para asegurar una lógica nueva, que no es aquella de la exterioridad, de la apariencia, pero del verdadero valor.

Nuestro Señor supo, justamente, aplicar la Ley Divina a cada corazón

Mire el peligro de los moralismos que se multiplican, muchas veces, en nuestro medio, y muchas veces de la caridad que se deja de practicar cada vez más. La caridad que se enfría y el moralismo que se acentúa, cada vez más, es un señalador para analizar nuestras actitudes, nuestras posturas, nuestros juicios.

¡Cuanta visión miope sobre las prácticas religiosas, de la misma forma como hacían los fariseos y los maestros de la Ley! Muchas veces, en los días de hoy, nosotros vemos repetir esta conducta míope sobre las practicas religiosas. La persona, a veces, ni sabe que relación hay lo que ella hace con Dios, lo que ella puede quitar e disfrutar de aquella práctica religiosa, pero hace por una repetición, hace, muchas veces, por un modismo, haz por una realidad mecánica, porque ve otras personas hacer, pero no sumergí profundamente en el significado de aquella practica.

Cada situación es una. Como voy decir, por ejemplo, para una anciana que vive en el pueblo: “va en la misa todo domingo”, ¿sabiendo que existe regiones de nuestro país en que, en aquel sitio, se celebra la Eucaristia una vez por mes, una vez a cada año? Entonces, necesito también tener un corazón misericordioso y respetar también el pastador de aquella región, y saber que no puedo poner en los hombros de aquella persona una exigencia que es hecha para personas que están en la ciudad, para las personas que son consagradas, para personas que tiene el deber de ir a misa diariamente. Entonces, tenemos que mirar siempre, con mucha misericordia, cada situación.

Paremos de proyectar nuestras severidades en las personas menos instruidas; paremos de poner, en la cuenta de Jesús y en la cuenta de la Iglesia, nuestros escrúpulos y nuestro perfeccionismo. Porque Nuestro Señor supo justamente aplicar la Ley Divina a cada corazón, mirando para cada corazón y para cada realidad. ¡Que el Señor nos conceda esta gracia!

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!