“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo.” (Jn 20, 19-22).
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Mis hermanos y mis hermanas, hoy es domingo; Domingo de Pentecostés, esta gran Solemnidad en la vida de nuestra Iglesia. ¡La promesa se ha cumplido! Los días de Cristo, cincuenta días pascuales, se concluyen con el envío del Espíritu Santo, con la llegada del Espíritu Santo.
Cuando leemos este texto, que es el texto presentado a nosotros por el evangelista San Juan, parece que los discípulos estaban en cuarentena porque las puertas están cerradas, ellos están retirados dentro de casa. Ellos estaban viviendo aquel famoso “quedate en casa”, por miedo de los judios.
Pero vamos ver el contexto de ellos aquí, incluso porque, la humanidad entera estuvo atormentada por el coronavírus durante mucho tiempo. El miedo de la muerte, el miedo del contagio, el miedo de la hambre, el miedo del desempleo, el miedo de las noticias terribles y sospechosas que los medios del terror difunden durante días en la vida del pueblo. Tal vez, tu has experimentado, en tu propia piel, los dolores de este tiempo tan terrible; tal vez, haya perdido una persona querida, y nosotros nos conmovemos contigo y rezamos por su familia.
Necesitamos de la unidad, necesitamos del sentido fraterno de que nosotros somos un solo en Cristo Jesús
Aquí es justo también hacer memoria, por supuesto, de que los medios de comunicación católicos fueron imprescindible en este momento de la humanidad, y necesitamos reconocer eso — no vi aún una homenaje justa hecha a estos vehículos de comunicación que llevaran mucha esperanza para el corazón de las personas, las lives, las Santas Misas, los momentos oracionales transmitidos por la internet que fueron refuerzo y alimento para muchas personas. Bueno, volviendo para nuestro contexto aquí, Jesús rompió el alejamiento social. Él entró y se puso en el medio de ellos, trayendo el Espíritu Santo.
Trajo el paraclito en un momento tan importante de la historia de la Iglesia y, hoy, esta promesa se cumple y se renueva por medio de la Liturgia, esta presencia esta en nuestro medio.
En el momento de la historia que nosotros vivimos, marcado por el individualismo, por la división y por la busca de los intereses personales, Jesús también manda Su Espíritu Santo sobre todos nosotros. En un tiempo también marcado por la pluralidad religiosa, por la pluralidad política e, incluso hablaría, antropológica, donde no hay más un punto de convergencia, se hace necesario la ayuda del Espíritu Santo.
Así como en Pentecostés, hoy, nosotros también nos encontramos así: tan plurales, tan diferentes, tan dispersos unos de los otros. Necesitamos de la unidad, necesitamos del sentido fraterno de que nosotros somos uno solo en Cristo Jesús.
Por eso, hoy, pide, sea individualmente, pero también en familia, en comunidad: “Ven, Espíritu Santo de Dios. Derrama sobre nosotros tus dones, de forma particular, el don de la unidad. Que nosotros seamos hombres y mujeres de comunión, de unidad, promotores de la fraternidad y del acogimiento, para que el mundo crea que nosotros somos discípulos de Jesús”.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
