“Entonces trajeron a Jesús algunos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Pero los discípulos los recibían muy mal. Jesús les dijo: «Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.»” (Mt 19, 13-14).
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Jesús siempre ha dado una atención muy especial a los pequeños, a los humildes, a los sencillos. Y, hoy, en el Evangelio, Jesús más una vez acoge los niños, aquellos que son pequeños.
Los niños, además de representaren aquellos que son pequeños – los humildes – , representan también aquellos que no traen maldades, no traen impurezas en sus corazones; son inocentes, son puras.
Y así, acogiendo con gran amor estos niños, Jesús desea enseñar algo muy importante para sus discípulos. Cuando Jesús nos habla: “Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos”, Él nos enseña que: para recibir el Reino de los Cielos, también necesitamos ser, por encima de todo, sencillos, humildes y puros. Y, con la ayuda de estas cualidades, necesitamos, así como los niños, entregarnos a Dios con total confianza y espontaneidad.
Pidamos a Dios la gracia de tener un corazón puro, sencillo y de saber confiar
Los niños confían y son espontáneas. El niño, por ser sencillo y puro, no trae en tu corazón desconfianza ni actua con outras intenciones. La posesión del Reino de los Cielos es reservada para estos: que actúa con confianza y que también no tiene otras intenciones en tu corazón, que son puras.
El Reino del Cielo es de aquellos que se asemejan a estas cualidades de los niños, no en el sentido de una vivencia infantil de la fe, no es eso, pero de una vivencia pura y de confianza.
Entonces, si nosotros queremos entrar en el Reino del Cielo, necesitamos ser como niños que confían en Dios, que se abandonan, que tiene esta fe con confianza.
Así como los niños confían en sus padres y son dependientes de ellos para sobrevivir, nosotros también necesitamos aprender a confiar y tener dependencia de Dios, necesitamos dejar con que la gracia de Él reine en nuestro corazón y retire todas las impurezas, toda la falta de confianza, toda la falta de dependencia del amor de Dios, toda la malicia, todo acción con otras intenciones. ¡Cuantas veces nosotros tenemos acciones con otras intenciones!
Pidamos a Dios la gracia de tener un corazón puro, sencillo y saber confiar.. Pidamos esta gracia, la gracia de la humildad, porque el Reino del Cielo es de aquellos que son humildes, así como los niños.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!