“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lc 6, 12-13).

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Hermanos y hermanas, este es el texto de Lucas, capítulo 6, versículo 12, que narra la elección de los 12 Apóstoles. Jesús tenía que tomar una decisión importantísima en su vida, para su vida y para su ministerio: elegir un grupo, un grupo entre tantos otros discípulos que lo seguían, para llevar adelante su misión. No era una decisión simple. ¿Qué hace él antes de esto? Se aparta de todos y de todo, va a la montaña a orar.

Pasa toda la noche en oración, dice el texto bíblico. Por eso entendemos cómo serían menos desastrosas nuestras decisiones si nosotros, antes de tomarlas, pusiéramos a Dios en el centro y no nuestros intereses personales. Cuán fructífera sería nuestra vida espiritual si recurriéramos a Dios y a la oración para decidir las cosas de nuestra vida.

Éxito del 100%

Jesús allí en la oración, en la montaña, no obtuvo una pelota de cristal con el nombre de los Apóstoles. Tuvo que poner también en juego sus percepciones para que el discernimiento se diera. Pero observen que aún conociendo el corazón de cada uno de ellos, Jesús los llama y les confiere funciones bien peculiares. No quiere decir que todas las decisiones que tomamos en oración obtengan el éxito del 100%. Basta recordar entonces el final trágico de Judas Iscariote en el Evangelio. La decisión de Jesús no alcanzó el éxito del 100%, como dije. Jesús no recibió una pelota de cristal y tampoco les quitó a sus Apóstoles la libertad de hacer su propio camino. Porque vamos a recordar también la dispersión de los demás, no solo de Judas Iscariote. Los otros diez también huyeron en el momento de la crucifixión, a excepción de Juan, el discípulo amado. Todos huyeron. La confianza que Jesús tenía era primeramente en Dios, que era capaz de cambiar el corazón del ser humano. Jesús confiaba en primer lugar en Dios.

Con esto quiero decir que nuestras elecciones y nuestras decisión no son juegos de lotería, son expresión de nuestra confianza en Dios. Por eso, hagamos todo lo que dependa de nosotros, pero orando y confiando como si todo dependiera de Dios.

Ya nos decía San Ignacio de Loyola. Entonces hoy vamos a refugiarnos en la oración para nuestras decisiones. Tal vez usted que está acompañando la homilía tenga que tomar una decisión muy importante en este día. Recurra a Dios, busque en la oración, en la intimidad con el Señor, las respuestas para su vida.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!