25 Jun 2018

Paremos de mirar para la vida del prójimo

Si queremos que la luz de Dios entre nuestro corazón, necesitamos parar de mirar en el retrovisor de la vida de los demás

“No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada para ustedes.” (Mt 7, 1-2).

Dios es bueno, misericordioso, bondadoso y amoroso, pero Él también es justo. La justicia de Dios viene para hacernos justos, y la primera cosa, si realmente queremos que la justicia de Dios suceda en nuestra vida, es no juzgarnos unos a otros. No juzgar es, justamente, lo que el verbo nos esta diciendo, es pararnos de hacer juicio sobre la vida de los demás. Y hacer juicio de la vida de los demás es como tribunal que se reúne y lanza una sentencia sobre la vida de las personas.

Nuestra cabeza esta cargada, pesada, nuestros pensamientos no paran, porque vivimos, constantemente, juzgando unos a otros. Nosotros juzgamos las actitudes de los demás, sus acciones. Cuanto más nos convertinos en jueces de los demás, más incapaces somos de juzgarnos, de conocernos, de volver para nosotros.

El Evangelio nos esta diciendo: “Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano” (Mt 7,5). En otras palabras: “¿Por que no miras para ti? ¿Por que vives preocupada con las vida de los demás? ¿Por que sólo sabes hablar de la vida de todo el mundo y no sabes hablar de tu propia vida?”

A veces, vamos conversar con esta o aquella persona, y ella sabe hablar de la vida del marido, del hijo, del vecino; pero cuando es parar hablar de si misma, no sale poca cosa, no sale lo esencial o no se conoce como necesita ser conocida.

Cuando nos conocemos de verdad, cuando entramos con profundidad dentro de nosotros y de nuestro corazón, cuando conocemos las cosas asquerosas que guardamos, vivimos, pensamos y sentimos, nunca más vamos ser capaces de juzgar nadie. Cuando juzgamos los demás, ese es el primer señal de que no nos conocemos, de verdad, y vivimos en esta oscuridad de vida, vivimos en la penumbra, porque somos enfocados en la vida de los demás y no en nuestra propia vida.

Si queremos que la luz de Dios entre en nuestro corazón, necesitamos parar de mirar en el retrovisor de la vida de los demás, y mirar para el visor de la gracia que entra con la luz del Cielo en nuestro corazón.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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