19 Jul 2020

La Palabra de Dios transforma el joyo en trigo

“El Reino de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su campo” (Mt 13, 24)

En la serie de parábolas de Jesús, una de las principales, con seguridad, es la parábola del joyo y del trigo, porque el Reino de los Cielos es como la buena semilla sembrada en nuestro medio; y la buena semilla esta en nuestro medio, porque ella es, por encima de todo, la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios sembrada en los corazones nos hace nacer el hombre y la mujer nueva. Es necesario que esa semilla caiga en nosotros y va, realmente, haciendo brotar los sentimientos evangélicos, sentimientos del Reinos de los Cielos, y va moldando nuestra forma de pensar, de actuar y de querer. Necesitamos ser moldados por la Palabra que es lanzada en nuestro corazón.

Aquí, es necesario tener un cuidado, porque al mismo tiempo que la Palabra cae en nosotros – si la cultivamos y permitimos, ella va crecer – y convertirnos el buen trigo del Reino de Dios. Sin embargo, en nuestro medio esta el joyo, y podemos caer en el engaño del juicio, creer que porque estamos en la Iglesia, somos trigo, y el otro que no esta es el joyo.

Tomemos cuidado con ese juicio precipitado, porque hay mucha cosa que aparenta ser trigo, pero es joyo; cuando no, el joyo esta tan mezclado con el trigo, que es difícil diferenciar.

Vamos en una plantación y el agricultor tiene que tener mucha sabiduría para separar y no perder su trigo. Cada uno de nosotros, mirando para nuestro propio corazón, cuanta cosa buena tenemos en nosotros: el amor de Dios que esta en nosotros, las virtudes divinas que están en nosotros, la gracia de Dios que nos guía a sernos mejores a cada día … No podemos, sin embargo, negar que hay joyos dentro de nuestro corazón, en nuestros sentimientos y pensamientos.

Necesitamos ser moldados por la Palabra que es lanzada en nuestro corazón

El propio juicio es un joyo que nos lleva a juzgar más que amar. Los sentimientos negativos, que muchas veces toman cuenta de nosotros, como el rancor, la rabia, el resentimiento, la tristeza.. ¡Cuantos actos maldosos que practicamos y dejamos por debajo del pretexto religioso!

Necesitamos tener prudencia y paciencia. La prudencia de no juzgar, no condenar ni cree mejor que el otro, porque somos más religioso. La paciencia con nosotros, con nuestros limites y debilidades, pero permitiendo que la Palabra de Dios nos va transformando y nos moldando.

Si para Dios nada es imposible, no es imposible convertirnos, transformarnos el joyo que hay en nosotros en buen trigo para el Reino de Dios. Como no es imposible nosotros convertirnos, también no es imposible el otro convertirse, por eso no podemos juzgar ni condenar, dejemos todo juicio para Dios, pues es Él quien sabe separar el joyo del trigo.

Por eso, en la Iglesia, caben las personas buenas y las personas que no creemos tan buenas, incluso, estamos allá, porque nos creemos buenos, pero no nos vemos como realmente somos vistos por Dios.

Necesitamos tener la paciencia necesaria con nuestro proceso de conversión, y 10 veces más paciencia con el proceso del otro, para no juzgar ni condenar, porque, en el reino de los Cielos, la Palabra transforma joyo en trigo.

¡Dios te bendiga!

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