23 Jan 2022

La Palabra de Dios tiene el poder de transformar tu vida

“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (Lc 4, 16-19).

Jesús esta en la sinagoga, el lugar donde Él aprendió todo sobre la Palabra de Dios, el lugar donde Él aprendió a conocer, de una forma humana, el Padre del Cielo. Piensen ustedes, por 30 años Él escucho la Palabra en aquel lugar, era un costumbre de JEsús leer y reflexionar la Palabra de Dios. ¡Que sumisión Jesús vive!

Él, que ya existia en la comunión de la Santísima Trinidad, que ya conocía el Padre y el Espíritu Santo, se sometió a tener de conocer humanamente las cosas de Dios. Jesús tiene un amor, un respeto y un cuidado por la Palabra de Dios. ¡Cuanto ese gesto nos enseña y nos toca, nosotros que vamos, especialmente a los domingos en las Liturgias, escuchamos la Palabra de Dios proclamada, como es importante para nosotros ese gesto de Jesús!

Es la Palabra cumpliendo en nosotros su función: regar nuestro corazón, transformar nuestra vida

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Jesús se levante para leer esta parte de la Escritura: “Levantar” aquí es el mismo verbo usado para hablar de resurección, y “leer”, en griego, significa “reconocer las palabras que alguien ya aprendió”; leer es reconocer. Entonces, allí Jesús reconoce que por trás de aquellas palabras esta la realidad de tu vida, ellas hablan de Él, de su misión y de identidad.

Como es bueno cando nosotros aprendemos a encarnar la Palabra de Dios en nuestra vida, como es bueno decir, al leer la Palabra de Dios: “Eso es para mí”, “Esta Palabra es para mí”, “Esta Palabra es para mi vida”, “Esta Palabra me toco”, es la Palabra cumpliendo en nosotros su función: regar nuestro corazón, transformar nuestra vida, convertirnos, darnos esperanza y una vida nueva. La Palabra necesita ser viva en nuestra vida.

“Jesús abre el libro”. Nadie era digno de abrir el libro de la Verdad, nadie tenia coraje de leerlo, nadie era capaz de interpretarlo, solo Crito puede darnos el acesso a la Palabra del Padre, a la Verdad del Padre. Él puede romper el sigilo. Nuestra existencia no es más un enigma oculto a siete llaves, pero la luz de Verdad nos revela quien nosotro somos, quien es Dios.

“El Espíritu está sobre Él”. ¿Cuál Espíritu? El Espíritu de Hijo. Y Jesús es consagrado, es separado por el Padre para hacer de todo nosotros hijos del mismo Padre, para convertirnos hermanos. Muchas veces, queremos el Padre solo para nosotros y queremos ser hermanos solo de algunos; de esta forma el Espíritu del Hijo no esta sobre nosotros, el Espíritu del Hijo nos hace hermanos de nuestros hermanos y hijos del mismo Padre.

Dice la Palabra que Él anuncia la Buena nueva a los pobres. El pobre es aquel que vive de don de alguien, el pobre es un dependiente para recordarnos que nosotros recibimos todo de Dios. Cuando una persona, aún que tenga todas las riquezas del mundo, si no tiene Dios, ella va ser siempre pobre.

¿Cuál es la Buena nueva? Libertar los cautivos de todas las formas de cautiveros, aquellas interiores que producen pánicos, angustias, aflicción, soledad, aquellas heridas de corazón, pero también aquellas exteriores impuestas por otras personas, no solo aquellas radicales, un cautivero, como en la situación de un secuestro, pero aquellos otros velados: relación abusiva, exploradores, opresivos y deshumanos. Cristo viene a liberarnos de todo eso, y por fin, recuperar la vista a los ciegos. Podemos ver el Señor, podemos conocer la verdad sobre Él, sobre nosotros, sobre las personas.

¡Que la gracia de Dos nos acompañe!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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