“En aquel tiempo, dijo Jesús: “En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz. Llama a sus ovejas por nombre y las saca. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10,1-10).
Ascenso legítimo
Hermanos míos y hermanas mías, en el día de ayer, Jesús hablaba de sí mismo, el Buen Pastor, el Pastor Supremo.
Hoy, Él aborda a los otros pastores. El texto es un poco más largo, yo leí solo un fragmento. Jesús dijo algo interesante: “Yo soy la puerta”. Es a través de Él que se debe entrar en el servicio de pastor.
Jesús pone en evidencia, de manera muy clara, esta condición fundamental afirmando: “Quien sube por otro lado es un ladrón y salteador”.
Esta palabra “sube” – anabainei en griego – evoca la imagen de alguien que escala un recinto para traspasarlo indebidamente, donde legítimamente no podría llegar. “Subir” puede remitirnos a situaciones de carrerismo, del intento de llegar a lo alto, de buscar una posición por medio de la Iglesia, usar el ministerio sacerdotal, usar la música católica para hacerse famoso, para hacer carrera; usar el Ministerio de Predicación para enriquecerse, popularizarse en las redes sociales, es decir, servirse del pastoreo, pero no servir a la Iglesia de Cristo. Jesús usa la palabra clásica para condenar este tipo de comportamiento.
Quien hace tal cosa es ladrón
En el texto que leemos hoy, se emplea la palabra kleptes (de ahí deriva la palabra cleptómano, es decir, esa manía de robar las cosas de los demás), el defraudador. El término se aplica a falsos maestros que no cuidan ni instruyen a los hombres, sino que abusan de su confianza para su propio beneficio.
Es el misionero que se ha convertido en un personaje, una caricatura. Es la imagen de aquellos que tienen en vista su propia exaltación y no el humilde servicio a Jesucristo. Pero el único ascenso legítimo hacia el ministerio del pastor es la cruz de Cristo. Esta es la auténtica ascesis, ¿no es así? El ascenso.
Esa es la verdadera puerta
No desear convertirse en “alguien”, sino al contrario, servir al otro, servir a Cristo y así, a través de Él y con Él, ponerse a disposición de los hombres que Él busca, a quienes Él quiere conducir por el camino de la vida.
Ese es el verdadero pastoreo de Jesucristo que nosotros debemos imitar.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!