“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” (Jn 14, 15).
¡Que belleza es la Palabra y la gracia de Dios para nuestra vida! Aquel que ama a Dios guarda los mandamientos del Señor. Sabemos que guardar es el contrario de ignorar. Porque podemos hablar que amamos a Dios, pero ignoramos la Palabra de Él, los mandamientos y enseñanzas del Señor, y la gracia de Él no permanece en nosotros, el amor de Él no queda en nosotros, porque nosotros ignoramos a Él.
Por favor, no te recuerdes de Dios solo cuando tu necesita y esta afligido. Sí, en estas horas te recuerdes, pero permanezca siempre en Él, porque, cuando permanecemos en Dios, Él nos da la mayor de las dádivas: el Espíritu de la Verdad. El mundo no recibe estos Espíritu y tampoco es capaz de conocerlo, pero él nos he dado para aquel que ama a Dios. Es el presente más sublime, el don mayor del Alto, es la gracia que nos quita de la orfandad.
No permanecemos huérfanos, Dios no nos deja huérfanos, por el contrario, Él se manifiesta y viene a nosotros, queda con nosotros por Su Espíritu porque quien acoge Sus mandamientos y observa a ellos, ese sí ama a Jesús de verdad.
Decir que ama a Jesús, cualquier persona puede decir, expresar, gritar, cantar, y no es de esta forma. Tal vez, aquellos que silenciosamente viven una vida cristiana, oculta, serena, no llamen mucha atención, pero viven una particularidad, una vida laborioso en el espíritu, en el alma y en el corazón, sumergiendo su alma en Dios, dejando ser trabajado, guiado por Dios para observar Sus mandamientos.
Quien acoge Sus mandamientos y observa, ese sí ama a Jesús de verdad
En el silencio del alma y del corazón, busque reflexionar con la profundad, serenidad y verdad si la Palabra de Dios permanece en nosotros. La Palabra permanece en nosotros cuando nos dedicamos y volvemos a ella, cuando la buscamos, cuando no vivimos de nuestros pensamientos y devaneo, de nuestras inquietudes, perturbaciones, pero cuando nos dejamos guiar por el Espíritu que tranquiliza, que quita aquella revuelta que llevamos dentro de nosotros y nos guía a la verdad.
Permanecer en Dios es dejarlo nos cambiar por dentro y por fuera para que, así, parezca cada vez más con Él y no tengamos la forma, y el pensar del mundo. Seamos siempre más moldados por el amor divino, por el amor de Dios que esta en nosotros.
¡Dios te bendiga!