“Diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardad lo y haced lo; mas no hagáis conforme á sus obras: porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres” (Mateo 23, 2-5).

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Jesús no ha venido para abolir o, entonces, para modificar la Ley. Por el contrario, Jesús ha venido para enseñarnos a vivir la Ley con autenticidad y profundidad. Jesús ha venido para enseñarnos a vivir una coherencia de vida, una vida con coherencia, donde palabra, testimonio y vivencia son verificables, son compatibles, no hay disonancia entre una cosa y otra.

Hay una vida que testimonio lo que ella predica, y no fue de cualquier forma que Jesús ha diferido aquí duras criticas a los maestros de la Ley y fariseos, porque, al contrario de lo que se esperaba, los fariseos y doctores de la Ley, que deberían dar un testimonio de esta palabra, testimonio de coherencia – porque ellos conocían muy bien la Ley, eran estudiosos –, ellos exigen de los demás su cumplimiento, pero ellos aún no hacían el minimo de esfuerzo para vivir lo que enseñaban.

Se reconoce que sus palabras están correctas, lo que elles hablan y enseñan es el correcto, es lo que se debe hacer, pero es posible darse cuenta que su vida es completamente contraria en lo que ellos dicen.

Cuando aquellos que anuncian una cosa verdadera, una cosa justa, una cosa que se debe vivir, no es también lo que dan testimonio de ella, corre el riesgo de oscurecer también esta verdad, corre el riesgo de causar confusión en aquellos que enseñan, porque ellos incluso enseñan lo que es correcto, pero cuando verificamos en la vida de él, tu no ves testimonio – “¿Pero, donde esta el testimonio de aquello que el predica?”

Jesús te invita a la multitud a saber hacer esta diferencia entre el sermón y el predicador, entre la palabra y la vida, pero la verdadera vuelta sería hacer con que quien anuncia se convierte a este testimonio. Ese es el objetivo de Jesús. No solo enseñar a hacer esta diferencia que, muchas veces, vamos necesitar hacer también, pero Jesús quiere hacer con que aquel que anuncia la Palabra también la viva.

Jesús ha venido para enseñarnos a vivir un vida donde palabra, testimonio y vivencia son verificables

Un padre que nos habla cosas correctas a sus hijos y, después, da un ejemplo equivocado con su vida, es un padre sin autoridad, él pierde completamente a su autoridad. Es el testimonio, el argumento vencedor, es aquel que parte de un testimonio de vida. ¡Ese sí es capaz de convencer!

Aquel que testimonia, que anuncia, pero que, por encima de todo, vive lo que anuncia, lo que predica, gana autoridad, él tiene la palabra de autoridad. Por eso que la Palabra de Jesús tenía autoridad, por eso la Escritura nos va decir que Jesús enseñaba como alguien que tiene autoridad, porque Él no solo enseñaba, Él era la propia vida de aquella Palabra, Él vivir aquella Palabra.

Jesús va seguir enseñándonos. En realidad,de nada sirve ser llamado de maestro sui tu también no es testimonia, así como no hace sentido ser llamado de padre si tu no eres paternal, tu no vives la paternidad. Y encontramos el criterio que JEsús quiere enseñarnos hoy: que el mayor entre ustedes sea el siervo. Pero quien se exaltar va ser humillado, y quien se humilla va ser exaltado.

Cuanto más responsabilidad tienes,más necesitas cultivar esta humildad que Jesús indica. La humildad de vivir lo que se predica, la humildad de dar un buen testimonio, la humildad de, antes de decir, testimoniar. ¡Ese es el testimonio que mueve, que convence y tiene coherencia!

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!