12 Aug 2019

El Señor cuida de las tristezas de nuestro corazón

“Un día, estando Jesús en Galilea con los apóstoles, les dijo: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y le matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes” (Mt 17, 22- 23).

¿Qué causó tanta tristeza en el corazón de los discípulos de Jesús? ¿Y lo que causa tanta tristeza en nuestro corazón?

Todo aquello que pueda parecer negativo. El hijo del Hombre ser entregue, y el Hijo del Hombre es Jesús en las manos de los hombres a ser muerto. Solo de pensar en esta realidad, ya nos causa tristeza. La verdad es que nosotros quedamos tristes con todo aquello que para nosotros respira y tiene olor de muerte, pero es porque paramos en la muerte, como si Dios fuera un dios de la muerte, como si el Señor traerá la muerte para nosotros, en realidad, Él es el Dios de la vida.

“Ellos mataran a Él, pero en el tercer día Él resucitara”. Queremos que las cosas sigan su camino sin seguir la ruta de la vía de la vida.

No tendremos vida de Dios en nosotros, si no pasarnos por la vía de la muerte. No llegamos al otro lado sin salir de esta vida. Del mismo modo, no pasamos para una vida nueva, si no morimo para la vida vieja. No pasamos para la vida en Dios, si no morimos para la vida mundana. La muerte va hacer muy poco en nosotros cuando vamos muriendo a cada día para Dios.

Jesús no negó su muerte, Él la abrazó. Y, abrazando, Él abrazó la vida nueva; la vida resucitada que Él mismo vino traernos.

Él no está diciendo que nosotros no tendremos tristezas, dificultades y tribulaciones

El Señor quiere cuidar de todo aquello que causa tristeza en nuestro corazón, pero Él no está diciendo que nosotros no tendremos tristezas, dificultades, tribulaciones, que no pasaremos por momentos difíciles; y tampoco diciéndonos que no moriremos.

A veces, cuando alguien de los nuestros mueren, nos decepcionamos con Dios, como si Él fuera el culpado. Pero es la vida de todos nosotros que camina para eso; es nuestra vida que sigue la ruta.

El problema no es morir, y si no vivir en Dios. El problema no es morir, el problema es morir sin Dios. La cuestión no es morir, pero no tener los ojos de la vida de Dios en nosotros. Por eso, Cristo está preparando el corazón de los Suyos para aquello que con Él puede ocurrir, para que nadie se sorprenda y se decepcione.

Dios no quiere nuestro corazón decepcionado, por eso, abrazamos la vida en DIos, con la seguridad de que tendremos decepciones, vamos pasar por momentos difíciles; tendremos privaciones, probaciones, con la seguridad de que también moriremos, pero la perspectiva es la de la vida. Él va resucitar; y todas las tribulaciones que pasamos, podemos tener seguridad de que, en ellas, Dios nos va dar la vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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