“El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; los que vivían en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” (Mateo 4,12-17.23-25).

El reino de los cielos está cerca

Después del encarcelamiento de Juan Bautista, hermano mío, hermana mía, por orden de Herodes, Jesús deja Nazaret y fija su residencia en Cafarnaúm, en Galilea, junto a los gentiles, junto al mar de Tiberíades. Y ahí comienza a brillar el Evangelio y el ejemplo de Su vida. Jesús vino para enseñarnos cómo debemos comportarnos ante un mundo de tinieblas.

Ante el mundo en que vivimos hoy, donde los valores del reino de Dios están invertidos, no son respetados, Jesús está clamando, gritando: “¡El reino de los cielos está cerca!”

Y la misión universal de Jesús es llevar a todos el conocimiento de la verdad, para que todos se salven. Dios no quiere que nadie se pierda, sino que lleguen al reino de los cielos. Por eso Jesús está diciendo: “¡El reino de los cielos está cerca!” Y algo importante que el Señor nos trae también es: “Convertíos, arrepentíos”, porque, para recibir el reino de los cielos, es decir, para entrar en el reino de los cielos, es necesaria la conversión, es necesario el arrepentimiento.

Por eso, hermanos míos, Jesús anuncia el Evangelio del reino. Y, anunciando el Evangelio del reino, vemos las curas, los milagros y los prodigios de Jesús.

Una de las señales de que el reino de los cielos está cerca y de que está en medio de nosotros son las curas que Dios realiza por medio de Jesús.

Por eso, hermano mío, su palabra suscita dentro de nosotros un gran entusiasmo y su fama impresiona a toda la región.

Termino diciendo que Él es el verdadero siervo de Dios y nos recomienda a todos que acojamos el don de la salvación, el don de la reconciliación que Él ofrece de modo gratuito y generoso por medio de Su Hijo, Jesús, que vino a decirnos que el reino de los cielos está cerca. ¡Convertíos y arrepentíos!

Que el Señor nos dé esta gracia, que el Espíritu Santo nos inspire y que la bendición del Señor recaiga sobre nosotros en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!