30 Sep 2019

El Reino de los Cielos es de quien acoge los niños

“El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande” (Lc 9, 48)

La pregunta del Evangelio de hoy es la discusión entre los discípulos para saber quien era el mayor entre ellos. Jesús no responde, Él simplemente cogió un niño y puso en su medio. Para ser alguien o incluso para entrar en el Reino es necesario, primero, acoger los niños.

En la época de Jesús los niños no eran nada, y en los días de hoy, nuestros niños están siendo dejadas de lado, como si ellas no significasen nada o no importasen nada cuando, en realidad, ellas que todo importan para nosotros.

Nuestros niños necesitan de nuestro cuidado, de nuestra atención y de nuestro acogimiento. Alguien dice: “Los niños no saben de nada”. El niño es aquella que necesita saber de todo, pero saber todo a partir de nuestro cuidado y de nuestra atención.

El Reino de los Cielos es de quien acoge los niños y de quien se transforma en una niño. No sea aquella persona infantil o no viva cosas infantiles creyendo que eso se convierte niño.

El niño es puro, no habla de la vida de los demás, no lleva maldades, no vive de resentimientos y de rencor. Los niños no viven las disputas del mundo de los adultos. El niño solo se convierte vanidosa cuando el padre, la madre o el mundo ponen la vanidad en la cabeza de los niños, cuando ponen ellas para competir unas con las otras.

Los niños necesitan ser acogidas y amadas porque donde ellas están, el Reino de Dios allí esta

Un niño, muchas veces, pierde la dignidad de niño cuando la madre quiere que el niño sea más bonita que las demás. Los niños necesitan ser acogidas y amadas porque donde ellas están, el Reino de Dios allí esta.

Vivimos en un mundo sucio, impuro, competitivo, vanidoso y maldad. Necesitamos extraer de la pureza de los niños, de bondad de ellas, el olor que purifica, renueva, transforma y sana el mundo en que estamos.

Los discípulos estaban discutiendo para ver quien era el mayor, nosotros adultos estamos discutiendo para ver quien sabe más, quien puede más, quien tiene más, quien consigue más. Discusiones tontas, discusiones que disminuyen la dignidad humana.

Que Jesús calle nuestras discusiones, nuestras peleas y nos lleve la mirada para los niños y en ellas buscar el sentido y la pureza de la vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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