“Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casa caen una sobre otra” (Lc 11, 17).
Quieren acusar Jesús porque Él expulso el demonio de un mundo y ese comenzó a hablar. A las multitudes admiraban, pero otros dijeran: “Lo que Él hace es por Belcebú, el príncipe de los demonios”.
¡Que blasfemia! Acusar una obra de Dios como una obra del maligno, mezclar el bien de Dios con la maldad del mundo. Desgraciadamente, en los tiempos en que estamos viviendo, las mezclas están ocurriendo: el mal se mezcla con el bien, el bien se mezcla con el mal y el maligno prevalece en las acciones, porque él es aquel que vino para dividir.
Él se dividió cuando se separo de Dios; y todo lo que Él quiere es sembrar divisiones, poner las personas unas contra las otras. Lo que él quiere es ponernos unos contra los otros, él quiere el Reino de Dios destruido. Por supuesto que él no destruye lo que es de Dios, es él quien va ser destruido, como aquellos que siguen sus obras causando división, separación y estrago en el Reino de Dios; causando división y sembrando discordias en lugar de promover la paz, la unión y el dialogo. En lugar de promover Dios con humildad, quieren promover el Reino de Dios con soberbia, orgullo, acusación y provocando siempre discordias y acusaciones.
El Reino de Dios es aquel que promueve en las diferencias la unión con Dios
Es necesario que nosotros, humildemente, en este tiempo que se llama Cuaresma, nos preguntemos: “¿a servicio de quien nosotros estamos?” ¿Somos promotores de la unidad o de la división? ¿Somos promotores de las guerras, de los conflictos o de la unión? ¿Somos promotores del dialogo con respeto, amor y misericordia, o nosotros entramos en las guerras que el mundo promueve para poner las personas unas contras las otras?
¿Sabemos vivir el respeto, la humildad, el amor, que es la base de nuestras relaciones, o cedemos al reino de las acusaciones, de las peleas y confusiones de los tiempos en que vivimos?
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Cuantas casas están destruyéndose y sucumbiéndose. Cuantas familias están destruyéndose porque es una familia dividida, porque es una familia donde uno se pone contra el otro. Cuantas pasiones políticas e ideológicas están destruyendo familias y relacionamientos. Cuantos pensamientos mundanos y humanos tomando cuenta de mandamiento del amor que es la exigencia mayor del Evangelio. Cuantos pensamientos personales e individuales se ponen por encima de la gracia de Dios que quiere hacer el nuevo en nuestra vida.
El reino diabólico es el reino de aquel que todo divide, separa y pone las personas unas contra las otras. El Reino de Dios es aquel que promueve en las diferencias la unión con Dios. ¡Seamos instrumentos de paz y en la división!
¡Dios te bendiga!