El Reino de Dios, que es despreciado por muchos, es lo que transforma la vida y la mentalidad de este mundo
“Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en la tierra” (Marcos 4, 31).
Sabemos que lo que es menor es insignificancia, sin importancia, es despreciable. Queremos siempre lo que es mayor, lo que es más importante, lo que realmente da valor y consistencia. Para muchos, la Palabra de Dios, las cosas de Él son menores, algunos incluso la desprecian, otros la ponen en segundo o tercer lugar, porque no es tan importante. Cada uno tiene su escala de valores. Tu prioriza eso, valoriza eso, porque para ti es lo más importante. Pero la Palabra de Dios, el Reino de Dios, las cosas de Él, no son prioridad en la vida de muchas personas.
Cuando nos encontramos en una situación difícil, aquello que despreciamos o no damos valor es lo que se convierte la piedra fundamental; la semilla que fue despreciada se convirtió la mayor hortaliza de todas. El Reino de Dios, que es despreciado por muchos, es lo que transforma la vida y la mentalidad de ese mundo.
No dejes que el Reino de Dios sea sólo una semilla insignificante, guardad en un rincón. No dejes que ella quede solo como un grano de mostaza en su vida. Cultive y valorice el Reino de Dios, y veras que la semilla solo va convertir la mayor de todas las hortalizas, la mayor de todas las gracias y bendiciones, la gran prioridad que transforma nuestra vida.
Cuando dejamos una semilla de lado, ella seca, queda despreciada, pero si cultivamos esta semilla, ella crezca, producirá muchos frutos, que quedamos, después, contemplando las maravillas que suceden.
El Reino de Dios necesita ser cultivado, no basta en tenerlo, es necesario que él crezca, florezca y venga para fuera. Es la menor, parece la más insignificante, pero no te olvides de que es la más importante, esencial para que nuestra vida sea transformada. Acogemos la semilla pequeña de la Palabra, y ella va convirtiendo nuestra vida, grande e importante, como debo ser a los ojos del Señor.
¡Dios te bendiga!