“Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo” (Mt 2, 13)
Herodes representa el poder destructor de este mundo, el poder y la cultura de la muerte, aquel que persigue y, de hecho, quiere extinguir todo lo que representa la vida, incluso, la vida plena de Dios nos trajo.
Herodes quería matar Jesús porque Él representaba una amenaza para Herodes, representaba una amenaza para su tiranía y para todos los tiranos de la sociedad porque Jesús es el Señor de la vida.
Jesús no vino para disfrutar de cualquier poder humano, de cualquier tiranía humana, porque el Reino de Él no es de este mundo. El Reino de Él es de la vida plena y de la vida en abundancia. Y aquellos que no conocen esta vida se oponen a la vida que Dios nos trajo.
Para intentar matar Jesús, para intentar encontrarlo porque Herodes no conocía a Él, él mando matar todas los niños de cerca que habían menos de dos años y, por eso, una matanza, una gran tragedia, una gran infanticidio ocorria cerca para que, de alguna forma, Jesús fuera eliminado.
El Reino de Dios no es de este mundo, el Reino de Él es de la vida plena y de la vida en abundancia
Todo atentado contra la vida es una atentado contra Dios, contra Jesús. Toda forma de eliminar la vida humana, toda la violencia que se a de cualquier lado; toda la violencia vivida que ataca la vida es una ataque a la presencia de Dios en nuestro medio.
En la celebración de Navidad, Jesús es aquel que se pone al lado de los que tiene la vida amenazada por las persecuciones y por la cultura de la muerte. Jesús es aquel que se pone al lado de las victimas, desde el aborto a otros delitos violentos contra la vida: vida de niños inocentes, vida de niño en el vientre de sus madres, vida de adolescentes y jóvenes, vida que se manifiesta desde la primera infancia hasta la vida de las personas mayores de edad, los viejos que, muchas veces, están muriendo por falta de cuidado, están siendo eliminados por la cultura de la muerte, la cultura del descarte de los tiempos en que vivimos.
Para anunciar Jesús no basta que Él esté en nuestra vida particular, pero necesitamos promover la vida desde su concepción hasta el atardecer más largo.
Toda la vida es manifestación amorosa de Dios, por eso, hoy no celebramos la muerte, por el contrario, denunciamos la muerte como algo perverso, engañador, denunciamos aquellos que promueven la muerte como enemigos de la gracia de Dios, porque Él vino traer vida para todos.
Cuidemos de la vida de nuestros niños, de nuestros jóvenes y de nuestros viejos. Promovamos la vida porque la vida que vivimos aquí, con cortos días, muchos días, no importa la cantidad de días, pertenece a Dios. A Él debemos dar cuentas, en el atardecer de la vida, de nuestro vivir.
¡Dios te bendiga!
