“Jesús dijo además: Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo” (Mc 4, 26-27).
El Reino de Dios ocurre en la paciencia del tiempo, ocurre en la serenidad del tiempo. Él no ocurre con la impaciencia del tiempo. El Reino de Dios no ocurre con la presión que, muchas veces, el tiempo y el mundo ejercen sobre nosotros.
Muchas veces, perdemos el compaso de Dios porque queremos que Él tenga el mismo compaso del mundo. El mundo en que vivimos es el mundo de la prisa y de la ansiedad; nadie más espera, nadie más deja la naturaleza ocurrir, nadie más sigue ni las leyes naturales: sembrar, esperar crecer… todo esta quedando muy artificial, y la vida humana, desgraciadamente, también, pues esta es movida por la prisa, movida por el “aquí y ahora”, por la ansiedad de las cobranzas.
Es necesario decir que no fuimos creados maquina y no somos maquinas. Es necesario decir que la naturaleza humana no es como la naturaleza de las maquinas, donde se aprieta un botón, se pone un código y parece que todo viene con solución.
Dios no de paciencia, perseverancia y humildad para vencer, especialmente, la ansiedad del alma
La vida humana es como necesita ser y debe ser el Reino de los Cielos: tu esparce la semilla, vas dormir, vas despertar, y en el tiempo vas a ver la semilla crecer y producir tus frutos. Muchos de nosotros perdemos el Reino de los Cielos, porque perdemos la paciencia, la sobriedad y la serenidad de la espera, del dejar ahora, del dejar dios trabajar en nosotros.
Padre y madre no pueden tener prisa en esperar, por ejemplo, el crecimiento de los hijos. Son las etapas que son vividas, y cada etapa es vivida en su tiempo. Hoy, están apresando nuestros niños a convertirse adultos antes del momento, están apresando nuestros niños perder el gusto por la infancia, por lo que es propio de esta edad. Hoy, están quitando las personas de su tiempo, de su movimiento para vivir lo que no es propio de cada tiempo.
Niños tiene que ser niños, joven tiene que ser joven y adulto ser adulto. Y así que Dios nos mira, es así que la naturaleza ocurre. El mundo estremece cuando no seguimos la lógica de la vida, pero cogemos la lógica del mundo y, muchas veces, despreciamos la acción de la naturaleza divina en nosotros.
No nos olvidemos: la semilla es pequeña como un grano de mostaza, apreciada, cuidada y valorizada. Aún pareciendo insignificante, si ella es cuidad, en su tiempo va producir lo mejor de los frutos.
Que Dios nos pueda dar la paciencia, perseverancia y humildad para vencer, especialmente, la ansiedad del alma, del corazón y de los tiempos.
¡Dios te bendiga!