“En aquel tiempo, se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís” (Mt 20, 20-28).

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Mis hermanos y hermanas, hoy celebramos al apóstol Santiago el Mayor. Santiago siempre estuvo con Jesús en los momentos más importantes de su vida, como en el episodio de la curación de la hija de Jairo, en la Transfiguración, en la agonía de Cristo en el Jardín de los Olivos. ¿Ya saben quién es este Santiago que celebramos hoy? Aquel que formaba parte del trío que Jesús siempre escogía para tener más cerca de Él. Aquellos tres que Jesús siempre llevaba consigo: Pedro, Santiago y Juan.

Pero fue también nuestro Santiago, uno de los hijos de Zebedeo, del Evangelio de hoy, quien pidió a su propia madre que intercediera por él en una petición muy especial hecha a Jesús: sentarse a la derecha del Maestro en Su Reino. Jesús, en ese preciso momento, pronunció una profecía sobre la vida de Santiago. “De hecho, beberéis de mi cáliz”, dijo Jesús en el Evangelio. Y años más tarde, Santiago fue el primero en glorificar a Dios con el martirio por causa del nombre de Cristo.

El martirio de Santiago: la glorificación de Dios a través del sacrificio

Santiago no podía imaginar que aquella petición de sentarse a la derecha de Cristo se cumpliría a través de su martirio por la espada. Los lugares tienen un precio. Comprenda bien, ¿de acuerdo? Ocupar un determinado lugar en el Reino de Dios no es como ocupar una silla en una empresa, pensando en los honores y privilegios, sin importar a quién tengamos que pisar. En el Reino, las sillas ya están separadas para quienes el Padre ha elegido. ¡Y pobre de aquel que quiera sentarse en el lugar al que no ha sido llamado! En el Reino, hay que estar dispuesto a pagar el precio por amor a Jesús, incluso si eso cuesta la propia vida. Así fue con todos los apóstoles de Jesús. Así es con todos los discípulos del Señor.

Pidamos hoy la intercesión de Santiago el Mayor, el apóstol del Señor, para que aprendamos a estar en el lugar correcto, donde Dios nos quiere.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!