“¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Si una nación está con luchas internas, esa nación no podrá mantenerse en pie. Y si una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir. De igual modo, si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin” (Mc 3, 24-26)
En la narrativa del Evangelio de hoy, vemos la astucia de aquellos que son los maestros de la Ley cuando están cuestionando Jesús o están acusando a Él de, por satanás, expulsar o hacer lo que Él hace.
Es maldad confundir el mal con el bien y el bien con el mal, porque son cosas que no se mezclan. El Reino de la tinieblas no se mezclas con el reino de la luz, no podemos querer ervir a Dios y al maligno al mismo tiempo. Esta es la gran contradicción de la vida humana, y por eso el ser humano se encuentra dividido.
En el principio, en la narrativa del Libro de Génesis que es la Primera Lectura de hoy, nos muestra justamente eso. El hombre, ese ser creado a la imagen y semejanza de Dios deja de escuchar a Dios para escuchar las voces del tentador, del maligno. Deja de obedecer a Dios para obedecer al mal, aquel que lleva el hombre a no quedar en la felicidad a Dios.
El cuidado por la división no es de Dios, pero sí del maligno, y no podemos seguirlo
Un hombre dividido es un hombre destruido, del la misma forma que una casa, una familia, una nación, un reino que se divide es la destrucción. Cuando hablamos en dividirse, no es tener opiniones divergentes, opiniones contrarias, pero e dividirse en la esencia, en el esencial, en el fundamental.
No puede un espíritu humano querer hacer el bien y el mal, porque eso solo provoca el mal dentro de sí.
En una casa, en una familia, la madre puede pensar de una forma e padre de otra forma y el hijo también, lo que no pueden es dividirse, ponerse contra el otro por causa de aquello que piensan creen y hacen.
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Lo que estamos experimentando, en los tiempos de hoy, es el reino de satanás de hecho actuando en nuestro medio, sembrando divisiones y discordias poniendo unos contra los otros, porque ese es el reino de él, ese es el reino destruido. Y él destruye tu relación con Dios por la división, porque se pone contra Dios y él quiere implantar cada vez más su reino en nuestro medio primero, nos poniendo unos contra los otros.
Es terrible como muchos siembran solo discordias y divisiones y, muchas veces usando incluso el nombre de Dios. Son espíritus realmente diabólicos, actúan en la Iglesia y fuera de ella, en la sociedad, en el mundo en que estamos. La cuestión no es lo que hacen, la cuestión es que nosotros, muchas veces, nos ponemos en la misma actitud, somos causas de divisiones, de intriga, de separación, de ponernos unos contra los otros y hablar mal unos de los otros.
Que triste ver nuestras casas siendo destruidas, nuestras familias se dilacerando que triste ver nuestra Iglesia, ver ovejas se poniendo contra pastores ver hermanos de la misma fe atacando la propia fe, la propia Iglesia, las instituciones, cuando no es de forma declarada, actúan en la berlina, hablan mal de Papa, de los obispos, sin embargo, actúan para sembrar discordia y división.
Ese espíritu no es de Dios y no podemos servirlos y tampoco seguilos, no podemos dejar que ellos estén actuando incluso de forma bonita, y querer llamar eso de cuidado. El cuidado por la división no es de Dios, es del maligno, y no podemos seguirlo, porque ese espíritu no es del Señor.
¡Dios te bendiga!