El legado espiritual y misionero de San Juan Pablo II
Hoy conmemoramos la memoria de San Juan Pablo II, cuyo hermoso testimonio de vida misionera, oración y profunda espiritualidad llevó a este gran hombre de Dios a tocar no solo el corazón de personas adultas, sino también el corazón de los jóvenes.
Que Juan Pablo II, hoy, interceda por los jóvenes de nuestra Iglesia y que muchas vocaciones nazcan de la espiritualidad de este hombre de Dios.
La vigilancia fiel y el servicio responsable
El Evangelio de San Lucas 12,39-48 nos dice lo siguiente: “A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá; y a quien mucho se le confió, más se le exigirá”.
Hoy, el Evangelio nos pone ante una verdad profunda y exigente: la vigilancia fiel y el servicio responsable que el Señor espera de todos nosotros, especialmente de aquellos a quienes mucho se les confió.
Jesús compara al discípulo con el administrador que debe cuidar la casa de su señor con fidelidad, incluso cuando parece que este tarda en regresar.
El testimonio misionero de San Juan Pablo II
Mira qué interesante la vida del Papa Juan Pablo II. Él fue el siervo que el Señor encontró actuando así. San Juan Pablo II fue un hombre que, desde joven, se puso al servicio del Señor.
Siendo muy joven, perdió a sus padres y a su hermano, enfrentó la ocupación nazista, los tiempos de silencio forzado y vivió el dolor y el sufrimiento de su pueblo, el pueblo polaco. Pero en todo esto fue moldeado como un siervo vigilante.
El Señor quiere moldearnos como moldeó el corazón de San Juan Pablo II en esta virtud de la vigilancia, pues, desde su sacerdocio hasta el papado, Juan Pablo II se distinguió por una presencia incansable junto al pueblo, por su capacidad de escuchar los signos de los tiempos y responder con coraje, fidelidad y alegría.
Inspiración para los jóvenes en la vida de oración
El Señor lo encontró siempre actuando así, ya sea en los viajes misioneros, en los encuentros con los jóvenes, en los momentos de oración o en los sufrimientos y en la enfermedad. San Juan Pablo II fue un hombre profundamente vigilante y vigiló en todas las áreas de su vida a la espera definitiva del Señor.
Él hizo su Pascua serena porque su corazón estaba en Dios. Que seamos vigilantes como San Juan Pablo II.
Que el Señor nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Amén!