El ayuno es una propuesta de la renovación de la fuerza espiritual
“¿Cómo debe ser el ayuno que me gusta, o el día en que el hombre se humilla? ¿Acaso se trata nada más que de doblar la cabeza como un junco o de acostarse sobre sacos y ceniza? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a Yavé? ¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y romper toda clase de yugo. Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano. Entonces tu luz surgirá como la aurora y tus heridas sanarán rápidamente. Tu recto obrar marchará delante de ti y la Gloria de Yavé te seguirá por detrás. Entonces, si llamas a Yavé, responderá. Cuando lo llames, dirá: «Aquí estoy.» Si en tu casa no hay más gente explotada, si apartas el gesto amenazante y las palabras perversas” (Is 58, 1-9a)
El ayuno hace parte de nuestras practicas religiosas y no digo de las practicas cuaresmales, y él necesita hacer parte de nuestra vida. El ayuno nos disciplina y libera de la esclavitud que tenemos de los alimentos, de las cosas materiales y de tantas otras cosas. El ayuno tiene una función disciplinaria en nuestra vida,pero muchas personas pueden ayunar y no ser religiosas, por eso, nuestro ayuno no puede ser simplemente una abstinencia de alimentos, dejar de comer eso o aquello. Él tiene sentido espiritual profundo nos pone en comunión con el Señor, porque es la opción que hacemos.
No solo de pan vive el hombre, pero nosotros vivimos de la Palabra del Señor, de la comunión con Dios y de la intimidad y de la relación con Dios.
Me abstengo de comer para relacionarme con el Señor. Y, lo que el profeta Isaias esta hablando para nosotros, es algo muy importante para entendernos el espíritu del ayuno, porque no basta simplemente ayunar y ponerse en oración, es necesario que el ayuno rompe en nosotros el junco de la esclavitud, del pecado y del mal.
Es necesario romper en nosotros, aquellas cosas que nosotros, humanamente hablando, no conseguimos solucionar. El resentimiento que tenemos, la tristeza que cultivamos y las relaciones que nosotros no conseguimos solucionar. El ayuno, por excelencia, tiene un poder espiritual en el combate de esta vida. Él no pone en comunión con Dios, con nosotros y unos con los demás.
¡No “abrir mano” de la fuerza del ayuno! Y, lo más importante aquí, no es cantidad de alimentos que dejamos de comer, y sí, que se haga ayuno espiritual, en oración, y de renovación espiritual.
Necesitamos tener un propósito, una disposición, una voluntad de saber compartir lo que tengo con los demás.
Cuando me pongo a hacer un ayuno, propongo también quitar todo lo que tengo, de las posesiones que tengo para mirar para quien no suelo mirar, que son los más pobres, sufridos y los necesitados.
Hay personas que hacen ayuno casi toda la vida, porque no tiene lo que comer. En los excesos que tenemos, que podamos cuidar de aquellos que no tiene.
¡Dios te bendiga!