El hombre necesita confiar y entregar tu corazón al Señor
“Maldito el hombre que confía en el hombre y hace consistir tu fuerza en la carne humana, mientras tu corazón se aparta del Señor” (Jr 17, 5-10).
Nosotros, los seres humanos, necesitamos de relaciones humanas, ellos son importantes para nuestra vida. Son de las relaciones humanas que nacen los “enamoramientos” y, de ellos que surgen el amor y en este brotan nuestras familias, el matrimonio, la unión del hombre y de la mujer.
De las relaciones es que surgen bellas e importantes amistades. Nadie puede ser solo en este vida y todos nosotros necesitamos relacionarnos; es necesario solo tener prudencia y saber separar las cosas y poner cada una en su debido lugar.
Todo exagero, toda amistad demasiada, todo amor que no tiene medida, se convierte en un “sofoco” para nuestra vida. Y eso nos perjudica, porque lo que nos sofoca nos puede matar; puede matar nuestras relaciones y algo que era para ser bello, si destruye, porque, en realidad, no tiene una “poda”, una dirección.
La primera cosa es que no podemos amar a nadie, más de lo que amamos a Dios. Él es el gran amor de nuestra vida, nuestro gran amigo, nuestro soporte, nuestro apoyo, nuestra dirección, es en Él que debe estar nuestro corazón y la confianza de toda nuestra vida.
Pon en el Señor su confianza, y la seguridad de que es Él que va guiar tu corazón, incluso en las relaciones familiar, en el amor del marido para con la esposa y viceversa, en las amistades que nosotros construimos; y no dejes que nadie ocupe el lugar de Dios en tu corazón.
Mientras Dios es el mayor amor, el primer amor y Aquel que guía tú corazón, entonces, los demás amores de la vida van ser guiados, iluminado y guiados por el amor de Dios, de esta forma, no vamos decepcionarnos tanto, caer y pasar por tormentos que muchas veces pasamos.
La segunda cosa importante es que ninguna relación puede apartarnos de Dios y no podemos permitir que nadie nos parte de Él. A veces creamos relaciones donde aquella persona es todo para nosotros, es decir, solo escucho, hablo y me quedo todo el tiempo con ella; y eso me prende, me aprieta y el peor, muchas veces nos apartan de Dios,
La maldición está ahí: confiar en otra persona y dejar que esa relación nos aleje del amor a Dios; de Aquel que, de verdad, cuida de mí.
¿Buenas amistades? Sí. Pero, jamás amistades demasiadas y, especialmente, aquellas que no nos guía para más cerca del Señor.
¡Dios te bendiga!