El Evangelio nunca es viejo, él es siempre nuevo. La Palabra de Dios nunca es la misma, ella es siempre nueva
“Y nadie echa vino nuevo en envases de cuero viejos, porque el vino haría reventar los envases y se echarían a perder el vino y los envases. ¡A vino nuevo, envases nuevos!” (Mc 2, 22).
El vino es una bebida sabrosa y especial, pero no quiero ninguna conexión del vino como bebida alcohólica. El vino, que bebemos con moderación, es una bebida muy importante.
El primer milagro de Jesús, que acompañamos ayer, fue, justamente, transformar agua en vino. El ejemplo que nos fue dado, hoy, es para entender que no podemos coger un vino nuevo y ponerlo en un barril viejo, porque él va perder el sabor y la calidad. Del misma forma ocurrir con la Buena Nueva, con la novedad del Evangelio: si no tenemos un corazón nuevo para recibirlo, él se va perder.
La verdad es esta: la Buena Nueva del Evangelio esta perdiéndose en corazones que no se dejan renovar, que no se abren, en mentes que aún están viejas y atrasadas. No se trata de ser aquella persona moderna, donde todo es novedad. No se trata de eso, pero es dejarse renovar por Dios, es dejarse convencer por el Evangelio de que aquello que siempre creemos que fue de una buena forma es o puede ser de otra forma. Tener una mentalidad nueva es dejarse convencer y convertir por Dios.
Pasamos toda la vida adquiriendo nuestra forma de pensar, asumiendo nuestras ideologías y filosofías, pasamos a pensar de esta forma, pero es necesario dejarse convencer y convertirse por Dios para que tengamos la mentalidad del Evangelio. La gracia de Él va ser nueva, nos va renovar, la Palabra de Dios va ser siempre nueva en nuestra vida.
Percibimos que el odre queda viejo, que el corazón viejo cuando la persona escucha el Evangelio y dice: “Este yo ya sé que es tuyo. Yo ya conozco”. El Evangelio nunca es viejo, él es siempre nuevo, la Palabra de Dios nunca es la misma, ella es siempre nueva. Las letras, las palabras pueden incluso parecer siempre las mismas, pero la acción es siempre nueva.
Podemos escuchar el Evangelio mil veces, y mil veces de forma diferente Dios habla, actúa en nuestro medio. Que tengamos un nuevo corazón para saber acoger la novedad de Dios a cada día.
¡Dios te bendiga!