“¿Cuánto me darán si se lo entrego? Ellos prometieron darle treinta monedas de plata” (Mt 26,15).
La reflexión de la Palabra de Dios, en este miércoles de la Semana Santa, nos lleva a percibir lo que el dios de este mundo, que se llama “dinero”, es capaz de provocar en el corazón de un ser humano.
Judas, discípulo del Señor, no estoy aquí para condenar a Él, ni para tirar piedras, para ahorcarlo ni condenar de alguna forma. Estoy aquí para reflexionar mi propia vida, estoy aquí para mirar para dentro de mí y ver cual es el dominio, cual es el poder que el dinero ejerce sobre mí, que deslumbre él realiza en mi vida.
Si paramos para mirar bien, el dinero es fascinante, es seductor, pues él entra en nuestra vida y se convierte, muchas veces, el conductor de aquello que nosotros realizamos. Algunos dicen: “Yo vivo para ganar dinero”, “El sentido de mi vida es ganar dinero”, y vive mismo para ganar dinero, no tiene ni tiempo para Dios, porque el dios dinero es que esta siempre en la cabeza. Incluso sentado en el banco de la iglesia está pensando: “¿Cuánto voy ganar?”, “¿Cómo voy solucionar mis cuentas?”, “¿Qué hago para ganar más?”.
Demos cuenta lo que el dios de este mundo, que se llama “dinero”, es capaz de provocar en nuestro corazón
El dinero es seductor. El gran dios de este mundo, o nosotros lo dominamos o él domina la vida de los humanos.
Las personas se compran, se venden; las personas cambian la forma de hablar, de comportarse y de actuar delante del deslumbre que el dinero puede ejercer en la vida de cada uno. Y es eso que ocurre con el discípulo llamado Judas. Cuido tanto del dinero, que se encanto por él, y es a él que los sumos sacerdotes van gu8iarse; y la pregunta es: “¿lo que van darme?”, “¿Cuánto voy ganar?”, “¿Cuánto dinero me van dar si entrego Jesús?”.
Si es duro saber que hay personas que entregan hasta la propia madre, hay aquellos que entregan el alma y la vida al dios dinero. Entregan su fe, niegan su fe y ponen el dinero por encima de ella. Entonces, cuando miro para Judas, hoy, que por treinta monedas de plata – puede incluso significar mucho monetariamente diciendo -, cambio el Señor de la Vida por treinta monedas de plata… ¡Y aún que fuera un millón de monedas de planta!
Aquí no es la mirada de forma cuantitativa, pero, ¿cuál es el verdadero significado que voy dar la vida? ¿Cuál es el verdadero valor que tiene la vida en Dios? ¿Cuál es el dinero de este mundo que vale mi fe, mi salvación y mi amor a Jesús? ¿Lo que esta vida tiene para darme que pueda ser más precioso que el Maestro Jesús?
Necesitamos para para reflexionar, para saber cual es el verdadero tesoro, cual es el bien más precioso de mi vida. ¡Quiero ser discípulo de Jesús!
¡Dios te bendiga!