07 Jun 2018

El amor divino nos enseña a amar al prójimo

Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, el amor divino nos enseña a amar el prójimo

“Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas” (Marcos 12, 29-30).

Dios esta diciendo a cada uno de nosotros: “Escucha, padre Roger. Escucha, José, María. Escucha, Pedro. Escucha, Pablo”. Dios nos está llamando por el nombre, pero escuchemos con mucha atención, porque lo que más necesitamos en la vida es saber escuchar a Dios.

El hijo es conectado con su padre y con su madre por la capacidad de escuchar, lo que él va hablar aprendiendo escuchando.

Quien no desarrolla la audición no es capaz de desarrollar la forma de hablar. Para hablar de Dios es necesario, ante todo, escuchar el Señor. Necesitamos dejar que nuestros oídos (oído interior, oído del alma, oído del corazón), todo nuestro entendimiento vibra para escuchar el Señor.

El Señor Nuestro Dios es el único Señor, necesitamos amarlo de todo el corazón, de toda el alma, de todo entendimiento, con toda inteligencia y voluntad, es decir, amar a Dios por entero y estaremos cumpliendo todo y cualquier mandamiento.

La vida humana proviene de la desorden de la vivencia de la Ley de Dios. Cuando amamos a Dios, el corazón camina en orden, porque el amor a Dios pone orden dentro de nuestro corazón.

Hay amores que entran en nosotros y provocan verdaderas revoluciones. Solo el amor a Dios puede poner orden en las desordenes de nuestra alma, solo amando a Dios que podemos hacer elecciones acertadas en la vida.

Cuando el amor de Dios es relativizado, puesto en segundo o tercer lugar, no hacemos elecciones acertadas e iluminadas. Aquí no es solo fanatismo religioso, por el contrario, es amor religioso, es amor divino, es amor correspondencia, correspondemos al amor que Dios tiene por nosotros. Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, el amor divino nos enseña a amar al prójimo, porque el segundo mandamiento es: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo”.

El segundo mandamiento tiene dos caras, no es separado, amamos a nosotros mismos, nosotros queremos bien, cuidamos de nosotros, pero amamos nuestro prójimo con el mismo amor y con la misma intensidad.

Quien no ama a sí mismo, no puede amar a nadie.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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