Sumergimos en el corazón misericordioso de Jesús para que tengamos, como Él, un corazón humilde, curado y lleno de amor

“Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu” (Jn, 19,30).

Hoy, en la alegría de celebrar la Fiesta Solemne del Sagrado Corazón de Jesús, miramos para Jesús en la Cruz y de Su lado abierto derrama sangre y agua. El sangre de Jesús fue derramado por amor a nosotros, es el sangre de Él que nos alimenta, nos renueva y nos pone en comunión con el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y con toda la Trinidad.

Es el sangre de Jesús que nos da la vida en Dios, el sangre eucarístico y amoroso del Señor. Del lado abierto del corazón de Jesús derrama el agua que nos lavo en el bautismo, agua que nos renueva en el sacramento de la penitencia, agua que nos da vida nueva, revitalizada, agua que nos da vida en Dios. Así es el corazón de Jesús: un corazón que nos ama profundamente.

Queremos contemplar el corazón apasionado y amoroso de Jesús. No se trata solo de un corazón físico, es el corazón en la dimensión psíquica y psicológica más profunda que corresponde a todo sentimiento del alma y de la voluntad. Dios tiene sentimientos y el más profundo, el único sentimiento que hay en Él es el amor.

Dios siente amor, compasión y ternura por nosotros y la expresión del corazón de Jesús es de un corazón apasionado por salvar almas, por rescatar los hijos de Dios. Es un corazón inquieto, mientras una solo alma está perdida y lejos de Su amor misericordioso.

El corazón de Jesús se dilacera, se rompe para salvar nuestro corazón lleno, herido y dilacerado. Es el corazón de Jesús que sana las heridas de nuestro corazón, sana todas las llagas abiertas de nuestra alma.

Sumergimos en el corazón misericordioso de Jesús para que tengamos, como Él, un corazón humilde, curado y lleno de amor. Jesús, humilde de corazón semejante al Vuestro.

¡Dios te bendiga!