01 Jul 2021

Nuestros pecados paralizan nuestra relación con Dios

“¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!” (Mt 9, 2).

En el camino que Jesús hacia en el lago de Genesaré, a las multitudes iban a Él con problemas, dramas, enfermedades, con todas las situaciones propias de la vida humana, y todas estas situaciones eran presentadas para el Señor. Pero llevaran hasta Él un paralitico acostado en una cama. Por supuesto que aquel paralitico solo no conseguiría llegar hasta Jesús, pero hicieran cuestión de llevarlo a la presencia del Maestro.

Jesús, viendo aquel hombre, dijo: “¡Coraje!”. El “coraje” es, en realidad, una actitud evangélica que exige fe de nuestra parte, exige disposición para vencernos nuestras propias debilidades y no rendirnos ni entregarnos al desanimo. Porque todo desanimo es decir la perdida de animo, la perdida del alma, del sabor del alma, del sabor de la vida nos deja paralizados.

Tu sabes que es una vida paralizada, porque, sí, existen las parálisis del alma, del corazón, es la perdida del animo cuando no conseguimos hacer nada, pensar en nada, creer en nada; y quedamos inertes en relación a la vida.

Digamos “no” al pecado, digamos “sí” a la vida, a la gracia y al amor de Dios

Por eso, necesitamos de coraje que la fe puede darnos, el coraje de la fe para levantarnos. Mismo en medio a las situaciones contrarias y contradictorias, mismo en medio a las adversidades todas que enfrentamos en la vida, necesitamos, de pie, manifestar nuestra fe.

Necesitamos de fe para vencer todas las batallas de a vida; no podemos quedar paralizados, postrados ni desanimados delante de todas las situaciones. Y es por eso que el Maestro esta diciendo: “Hijo, tus pecados están perdonados”.

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Si nosotros vamos acumulando pecado sobre pecado, vamos acumulando, incluso, los “pequeños pecados”, ellos van paralizando las áreas de nuestra vida. Son nuestros pecados que paralizan nuestro amor para con el prójimo; son nuestros pecados que paralizan nuestra relación con Dios; son nuestros pecados que paralizan nuestro propio progreso interior.

Presentemos, delante de Jesús, de la forma que estamos, nuestros pecados, presentemos a Él todo aquello que esta paralizando nuestra vida: nuestros miedos y recelos, pero muchos otros sinsabores, como nuestros resentimientos, nuestras tristezas, rencores, nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestra soberbia. Son verdaderas parálisis para nuestra vida.

¡Coraje! Digamos “No” al pecado, digamos “sí” a la vida, a la gracia y al amor de Dios, porque Él quiere llevarnos hacia adelante.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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