08 Aug 2018

Nuestras madres son mujeres de fe

Necesitamos tener amor y compasión por nuestras madres, porque ellas son verdaderas guerreras y mujeres de fe

“Jesús marchó de allí y se fue en dirección a las tierras de Tiro y Sidón. Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio” (Mt 15, 21).

Hoy, miro para esta mujer del Evangelio, una madre afligida y desesperada, que estaba suplicando, con toda confianza, para que Jesús pudiera venir en su auxilio, en socorro de su hija sufrida y atormentada por un demonio. La hija no conseguía más vivir.

Mirando para la aflicción de esta madre, quiero ahora mirar para el corazón de tantas madres que sufren afligidas, madres que me buscan, muchas veces, diciendo: “¡Padre, yo no sé más que hacer con mis hijos!”.

Ojo para las madres que perdieran sus hijos para las drogas y para el alcoholismo. Ojo para las madres que están viendo sus hijos ser atormentados por todas las especies de demonios, que quitan la paz de los hijos y los dejan rebeldes. Ojo para las madres que tienen hijos pequeños, y, de alguna forma, quedan afligidas con ese o aquel comportamiento que el hijo comienza a tener.

No necesitamos tener grandes problemas para preocuparnos con nuestros hijos. Necesitamos tener amor y compasión de nuestras madres, porque ellas son verdaderas guerreras y mujeres de fe. Yo aplaudo, cada día, nuestras madres, porque son mujeres de fibra, mujeres que, muchas veces, están solas luchando por sus hijos. Muchas veces, las madres necesitan de apoyo del marido, y acaba siendo aquella división equivocada de responsabilidad. El hombre cree que solo porque él trabaja todo el día, la responsabilidad de cuidar de los hijos es solo de la madre; sin embargo, es por cuenta de ambos. La madre es aquella que lleva la aflicción en su corazón.

“«Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo.» Y en aquel momento quedó sana su hija” (Mt 15, 28).

Madre, que gran sea tu fe en el Señor Jesús. Si no estas pudiendo comer de la mesa, come la migajas, porque estas van traer luz, fe, esperanza, y jamás van dejar de desanimar. Madres, miren para Jesús, todos los días, para educar sus hijos. No hay tarea más difícil que educar un sus hijos. Es la más bella, noble y bendecida tarea, y talvez la más atormentada y perseguida por el maligno.

Nuestros hijos pertenecen a Dios. Que Él bendiga nuestras madres, y que ellas sean fortalecidas en el Espíritu y en la gracia para criar sus hijos y que Dios siempre nos ayude.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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