27 Feb 2018

No debemos humillar el prójimo

Jesús nos enseña que debemos ser humildes y no humillar unos a otros

“Por el contrario, el mayor entre vosotros debe ser aquel que vos sirve. Quien te exaltar va ser humillado, y quien se humilla va ser exaltado” (Mt 23, 1-12).

La palabra humillación hasta duele dentro de nosotros, nadie quiere ser humillado y cualquier humillación que sufrimos nos lastima, y deja marcas indelebles que parecen ser eternas dentro de nuestro corazón, pero, por veces, no podemos dar cuenta que nuestras actitudes humillan los demás.

Lo que no queremos para nosotros, muchas veces, es lo que damos para el otro. Y, es un remedio amargo que aplicamos en la vida del otro: somos duros, gruesos, juzgamos, condenados (…). La humillación, por veces, ocurre de forma consciente: y alguien que siente más importante y pone por encima de los demás, es aquel que parece “grande” y desprecia, menosprecia, pone el otro como “pequeño”.

Todavía hay aquellos que son movidos por el sentimiento de la soberbia, y este es el gran veneno de la humillación, porque, con la soberbia somos y estamos siempre por encima de los demás. Hay aquellos que quieren humillar el otro porque se sienten mejores por las cosas que tienen. La avaricia, la codicia y el apego a las cosas materiales, en fin, a la avaricia del alma llevan a las personas sentirse más importantes.

Una cosa muy importante es que los humillados son los que van ser exaltados, o sea, todos los humillados están en primero lugar en el corazón de Dios.

La pobreza material también humilla las personas. Son millones de hijos de Dios por la faz de la tierra (para no decir miles de millones), que son humillados por la vía de la miseria y de la pobreza. No es de extrañar, ni escandalizar en saber que estos pobres ocuparán el lugar que pensaríamos que sería nuestro Reino de Dios, porque estos son los preferidos de Dios, como también, aquellos que son humillados por las enfermedades, sufrimientos y así por delante.

¿Qué es importante? Que no quedemos al lado de los humillados, de los opresores y de aquellos que en las actitudes humillan las personas. Lo mejor es ponerse al lado de los humillados. Antes ser humillado que humillar cualquier ser humano, hijo de Dios. Hay en la sociedad una falta de acogida porque la persona hizo “opciones” diferentes, porque ella tiene comportamientos diferentes, pero nada justifica cualquier especie de humillación.

Humillar un hijo de Dios es humillar el propio Dios. El Señor queda del lado de los humildes y de los humillados.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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