“¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre” (Mt 23, 27).
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Como nosotros podemos percibir, Jesús sigue, en el Evangelio de hoy, a criticar la hipocresía de los maestros de la Ley y de los fariseos. Jesús señala, con transparencia, el mal que se aloja en el corazón del hombre y lo hace vivir de apariencias.
La critica de este Evangelio de hoy recae sobre la actitud de hipocresia de estos altos mandos, de estos maestros de la Ley, de los fariseos que vivian solo de apariencia, es decir, por fuera parecían bellos, ajustados, pero por dentro no pasaban de sepulcros (sepulcros bien pintados, como va decir la Palabra) – llenos de podredumbre.
Muchas veces, conseguimos ver solo lo que esta en el externo; no vemos lo que esta dentro, pero Jesús ve lo que esta dentro. Y Él asegura que por dentro ellos son como cuerpos en descomposición, es decir, ellos ni consiguen imaginar ese estado de putrefacción, ese estado deplorable que están por dentro. ¡Es una imagen fuerte de imaginarse!
Jesús desea hacerlos comprender la situación en que se encuentra el interior de alguien que vive la hipocresía
Podemos percibir que Jesús no toma medidas de las palabras, es una tentativa de hacerlos ver la gravedad que es vivir de apariencias. Jesús desea hacerlos comprender la situación en que se encuentra el interior de alguien que vive la hipocresía: por fuera, parece santo y perfecto, pero por dentro esta lleno de maldad y deshonestidad. Y Jesús compara eso, justamente, con el sepulcro que por fuera pueden estar arreglados, demuestran belleza, pero por dentro están llenos de muerte.
La hipocresía engendra muerte. Y estas son denuncias proféticas hechas por Jesús, mostrando su coraje en señalar las actitudes equivocadas que son ocultas, que nadie parece ver, pero que existen.
Así, el texto de hoy busca abrir nuestros ojos para esta practica de la incoherencia que también puede ocurrir en nuestra vida. Nos llama atención para ser cristianos con actitudes también proféticas, de una vivencia de coherencia, donde la Palabra de Dios tenga eficacia. Aquel que vive la coherencia, la Palabra de Dios tiene eficacia en su vida y no engendra muerte, pero sí vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!