“Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,12-13).
Jesús esta infundiendo en nosotros Su Espíritu, y el Espíritu que Dios no da es de amor. Yo sé que todos nosotros deseamos, anhelamos que el Espíritu de Dios venga sobre nosotros, entonces, clamamos y suplicamos: “¡Ven, Espíritu!”. Sin embargo, el Espíritu Santo no es solo un don carismático, no es solo la oratoria que tenemos, que hablamos y rezamos, incluso hacemos fuego bajar del cielo.
El Espíritu que nos refiere es el Espíritu de amor, ese Fuego Abrasador que incendia nuestro corazón para amarnos a los demás. Yo sé que una persona es llena del Espíritu no cuando ella habla muchas palabras bonitas, no cuando ella sana muchos aquí o allá. El Espíritu es dom, es gracia, y Él se deja exhalar en nuestra vida cuando nosotros amamos.
La marca del Espíritu en nosotros se llama amor, porque, humanamente, no conseguimos amarnos, vivimos aquel amor selectivo, amor de interés, aquel amor que nos da retorno. Ese es amor humana, y incluso los animales consiguen vivir, cada uno en su grupo. Pero no es de ese amor, es el amor evangélico, de amarnos a los demás en la iglesia, en la sociedad, en la comunidad, en el trabajo, en la propia vivencia cristiana.
Solo el Espíritu actuando en nosotros nos lleva a amar quien nos hizo mal, quien nos perjudico
Solo conseguimos tener el Espíritu del Señor en nosotros cuando damos testimonio de amor. Solo el actuando en nosotros nos lleva a amar quien nos hizo mal, a quien nos perjudico, a amar quien no conseguimos relacionarnos muy bien y con quien tenemos divergencias. Es solo en el Espíritu que conseguimos amarlas. Por eso, cuando estamos clamando por el Espíritu de Dios en nosotros, no podemos refugiar en cosas accidentales que acaban siendo para ocultar lo esencial.
Lo esencial de la vida cristiana es la vivencia del amor. Estamos exaltando otras cosa, muchas veces, incluso guerras, disputas, dogmatismos, verdades relativas. Estamos, muchas veces, criticando aquí y allí, pero no estamos viviendo lo esencial, que es amarnos a los demás a punto de percibir la vida como Jesús, que entrego Su vida por amor a nosotros.
Amar es donarse. Cuando damos, muchas veces, perdemos para que el otro sea. Necesitamos descubrir nuevamente, en el Espíritu, el amor para no perdernos la esencia de discípulos y seguidores de Jesús.
¡Dios te bendiga!