“En aquel tiempo, un fariseo invito Jesús una comida en tu casa. Jesús entró en la casa del Fariseo y se puso a mesa. Una mujer, conocida en la ciudad como pecadora, supo que Jesús estaba a mesa, en la casa del fariseo. Ella trajo una vasija de alabastro con colonia y, quedando por detrás, lloraba a los pies de Jesús con las lagrimas. Comenzó a bañar los pies, seco con los cabellos, cubria de besos y los ungía con el perfume. Viendo eso, el fariseo, que lo había invitado, quedo pensando: si este hombre fuera un profeta, sabría que tipo de mujer esta tocando en él, pues es una pecadora. Jesús dijo entonces al fariseo: “Simón, tengo una cosas para decirte”. Simón respondió: “Habla, maestro”. “Los muchos pecados que ella ha cometido están perdonados, porque ella mostró más amor. Aquel a quien se perdona poco, muestra poco amor”. Y Jesús dijo a la mujer: “Tus pecados están perdonados” (Lucas 7, 36-50).
Contrición verdadera
Hermanos y hermanas, la mujer que se acercó de Jesús con aquella triste fama estaba lleno de algo tan esencial a cada uno de nosotros en nuestros días: la contrición, el verdadero arrepentimiento.
Contrición es eso, un arrepentimiento verdadero que nos lleva a la compulsión, a llorar nuestros pecados y a buscar el sacerdote para confesar. Eso es la contrición verdadera, que es un poco diferente de la atrición, en la cual, a veces, es un impulso para confesarse. Allí, tu vas y confiesa porque sabes que es pecado, pero, a veces, tu no estás totalmente arrepentido de aquella realidad.
Dios es capaz de responder con amor autentico
Esta mujer tenía el corazón contrito, una condición central para recibir el perdón de Dios. Quien experimenta el perdón de Dios es capaz de responder con amor autentico, superando el juicio y la verguenza con el otro.
Aquella mujer supero el miedo de ser juzgada y de ser maltratada. Mientras el fariseo juzga aquella mujer por la reputación, Jesús ha visto el corazón, y reconoció la sinceridad del arrepentimiento. Él, de hecho, mas una vez, desafia la lógica del autossuficiência espiritual, que era la situación de aquel fariseo.
La espiritualidad verdadera no es cerrada en sí mismo
Jesús muestra que la espiritualidad verdadera no es cerrada en sí mismo. No somos, hermanos y hermanas, como islas inaccesibles, pero sí canales donde la gracia de Dios siempre debe transbordar para lograr aquellos que de ella necesitan.
Abramos nuestro corazón para la gracia de Dios. Abramos nuestro corazón para vivir la contrición en este día.
Si tu sientes que no tiene el corazón contrito, pide esta gracia a Dios en el día de hoy.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!