“El Padre se dio cuenta de que había sido exactamente a la misma hora en que Jesús le había dicho: ‘Tu hijo vive’. Entonces, él abrazó la fe juntamente con toda su familia. Ésta fue la segunda señal que hizo Jesús” (Jn 4, 43-54).
Proceso de cura
Esa pasaje, hermanos y hermanas, expresa un padre que estaba desesperado pidiendo la cura de su hijo. Y aquí, él ha visto que, de hecho, esta gracia había ocurrido en el mismo momento. Momento en que él estaba allí hablando sobre eso con Jesús.
El acto de la fe, hermanos y hermanas, es ponerse en actitud de prontitud, aún cuando todo parece decir el contrario, aún cuando el desespero aparecer en nuestros corazones o cuando el desespero aparecer en nuestra puerta.
A veces, aparece el desespero en nuestra vida. Muchas veces, caminamos como este padre del Evangelio de hoy, desesperados, pidiendo alguna cosa a Jesús.
La fe, entonces, hermanos y hermanas, no es una actitud de convencimiento; entonces el milagro engendrado, la señal que fue visto no fue para convencer, pues la fe, hermanos y hermanas, es la actitud de confianza, y es en esta confianza, en esta dinámica, en este movimiento gradual de aproximación de Dios que la gracia de Él viene sobre nosotros y engendra cambios.
Nosotros hemos visto, en el Evangelio de hoy, ese proceso de cambio, de cura. Tal vez tu necesita también de ese proceso de cambio, de cura para sí mismo y para alguna persona por la cual intercedes, por la cual tu has sido rezado a lo largo de ese tiempo.
Que la gracia de Dios lo alcance, que la gracia de Dios alcance estas personas, y así puedan, cada vez más, crecer en actitudes de confianza, crecer en actitud de fe.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!