“El ángel respondió: “El Espíritu vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo, Hijo de Dios. También Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez. Este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril. Porque para Dios nada es imposible”. María dijo entonces: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel se retiró (Lucas 1, 26-38).
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María, portadora de Dios
El Espíritu vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Aquí vemos un paralelo, hermanos y hermanas, con la nube del Éxodo que cubría el arca de la alianza. Es un paralelo.
María es representada como la nueva arca, la nueva arca de la alianza, no hecha de madera, sino de carne viva, portadora del propio Dios. Ella es portadora de Dios.
Es en el silencio, en la escucha y en la apertura, sobre todo del corazón al Espíritu, donde ocurre este misterio de la presencia de Dios.
No por obra humana, sino por la acción del Espíritu Santo. No se trata de entender todo antes de obedecer, sino de confiar en Aquel que es fiel, de la misma forma en que María confió.
Disponibilidad a la gracia
María nos muestra que la verdadera grandeza no está en realizar grandes hazañas, sino en dejarse conducir por Dios, abriendo espacio para que Él actúe.
Que nuestro corazón, en este día, esté enteramente abierto a la gracia de Dios, disponible para Él, así como el corazón de la Virgen María.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



