“El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28).

Celebramos, hoy, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Sin embargo en que María, la Madre del Salvador, elegida por Dios, fue concebida en el vientre de su madre Ana, ella fue libre de la mancha del pecado original.

Una gracia toda especial, no en vista de ella, pero de Su Hijo, Nuestro Señor y Salvador. Como dijo la Antífona: “Dios preparo una digna morada para sía”. Esta digna morada tiene nombres, se llama María.

Lo que estamos, hoy, celebrando es el cuidado de Dios, la delicadeza y la ternura de Él en preparar los camino para hacerse presente en nuestro medio. Los caminos de Dios no son los caminos del pecado. Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y el primer pecado que Él quito fue de Su propria Madre. Ella fue no solo concebida sin pecado, conservada de la mancha del pecado original, pero ella vivió sin pecado, ella preservo del pecado, se conservo en la gracia que recibió.

Que belleza y que gracia cuando llamamos María de “nueva Eva”, porque tuvimos la primera Eva, la madre de todos los vivientes, que también fue concebida sin pecado, pero no corresponde a la gracia. Ella cayo en desgracia.

La felicidad de María no fue solo ser concebida sin pecado ni engendrar a Jesús, pero fue corresponder a la gracia

Rezamos siempre en la Salve Reina que somos los degradados hijos de Eva, porque el pecado degrado nuestra condición humana. Pero somos los bienaventurados hijos de María, somos la descendencia, somos de la casa, de la raza, para apuntarnos el camino de la salvación, porque ella que nos trajo su hijo en su vientre para también salvarnos y convertirnos nuestro camino sin pecado.

La fiesta de hoy es la fiesta de la esperanza, es la fiesta de la victoria, la victoria de Dios sobre el pecado. Desde el momento en que fue concebida y en toda su vida, María nos monstruo que también podemos vencer el pecado.

Si Jesús es todo en nosotros, si permitimos que Él también haga morada en nosotros, si permitimos que Él sea el Señor de nuestra vida, porque la felicidad de María no fue solo ser concebida sin pecado ni engendrar Jesús, pero fue corresponder a la gracia, fue escuchar la Palabra y practicarla.

Ese es el camino que ella hoy nos apunta. Hoy, no engrandecemos a la Virgen María por lo que en ella engrandeció. Hoy, alabamos y bendecimos al Señor Nuestro Dios por aquello que Él hizo en ella, porque aquello que Dios hizo en ella, es lo que quiere hacer en nosotros.

No nacemos sin pecado, pero aún nacido con la mancha del pecado, Él quiere libertarnos de ese camino y mostrarnos el camino de la gracia, de la vida y de la salvación.

Miremos para la Virgen María, porque ella es nuestra compañera, ella es para nosotros una señal de la victoria sobre el mal y el pecado. ¡Que su inmaculada concepción, Virgen María, brille sobre nosotros!

¡Dios te bendiga!