“En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos se acercaron a la multitud, un hombre se le aproximó, se arrodilló y le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo. Es epiléptico y sufre ataques tan fuertes que a menudo cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, pero no han podido curarlo». Jesús respondió: «¡Oh, generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo aquí». Entonces, Jesús lo increpó y el demonio salió de él. En ese mismo instante, el niño quedó curado” (Mateo 17, 14-20).
Tanto en lo físico como en lo espiritual
Hermanos y hermanas, nos encontramos ante los síntomas de algo que hoy la ciencia denomina epilepsia, con toda su amplia comprensión de este fenómeno, pero que, sin embargo, en aquella época y en aquella cultura, era considerada como una manifestación del mal, e incluso como una posesión diabólica.
Ya hemos tenido otros textos en los que Jesús se encontró ante el mal en un sentido real, como en aquella ocasión en la sinagoga de Cafarnaún, en el territorio de los gadarenos. Pero, en el caso de hoy, nos encontramos ante un límite humano, un mal físico y un mal psíquico.
Se trata de nuestra imperfección humana, de nuestra condición de criaturas que nos hace sufrir, de nuestra incompletud que tiene una caducidad, que lleva a la muerte y a la enfermedad. Tenemos que tomar conciencia de esto. No somos perfectos, somos limitados.
Esta dimensión negativa del ser humano era considerada, a menudo, como culpa de la persona o, como ya he dicho, como obra del mal, como una posesión diabólica.
Y esto causaba un gran perjuicio a la persona que sufría de aquel mal, pero también a las personas de su entorno, principalmente a la familia.
Cuántos dramas vivimos en nuestra dimensión física y humana, que precisamente involucran a toda la familia y causan un gran dolor, una gran dificultad.
Jesús se presenta también como liberación de este tipo de mal
Jesús ofrece su salvación en todos los aspectos del ser humano, tanto en lo físico como en lo espiritual. Cuántas enfermedades, en los tiempos de hoy, las denominamos incluso psicosomáticas. Este término, somático, viene de soma, que significa cuerpo, la parte física. También en esta dimensión frágil del ser humano, Jesús quiere actuar para reconducir al orden a los hijos de Dios tan amados. Claro que existen algunas limitaciones que, de hecho, son un gran misterio de la Providencia Divina.
Quizás usted tenga una realidad así en su casa.
Personas, un hijo, una hija o un pariente al que cuida, que padece una enfermedad física y sobre la cual, de hecho, queda este interrogante, este gran misterio de la Providencia Divina. Los discípulos no pudieron hacer nada.
Esto nos indica, en los tiempos actuales, que existen también otras ayudas: la de la ciencia, la de la psicología, la de la psiquiatría, que también deben buscarse, junto con la ayuda espiritual.
No debemos atribuirlo todo al mal, poniéndolo casi como el centro de nuestra fe, porque el centro de nuestra fe es Dios, es Cristo. Pero tampoco podemos olvidarnos de las palabras del apóstol Pedro cuando dice: «El diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar».
Caminemos en la presencia del Señor, invoquemos su gracia para que Él nos libere de toda forma de mal.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
