“«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré” (Jn 6, 35-37).
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Dos necesidades básicas que tenemos para vivir son las necesidades de comer y de beber. Sin comer y beber nosostros debilitamos y podemos incluso correr el riesgo de perder la propia vida.
Sabiendo de algo esencial para nuestra existencia aquí, en este mundo, Jesús nos hace comprender que solo sera posibles lograr la vida eterna aquel que se alimenta y bebe de la fuente de la vida eterna, que es Él. Jesús es el Pan de la vida, quien se alimenta de ese Pan nunca más tendrá hambre; y quien cree en Él no tendrá más sed.
Existe dentro de nosotros, mis hermanos, esta hambre y esta sed que nada en este mundo nos va llenar, nos va sanar, nos va alimentar. Podemos buscar en los bienes materiales, podemos buscar en las personas y en los placeres que este mundo nos ofrece, pero nada de eso va ser suficiente para sanar el hambre y la sed que existe en nuestro interior.
Jesús es el Pan de la vida, quien se alimenta de ese Pan nunca más tendrá hambre
Solo Dios puede llenarnos, solo Él puede llenar nuestro interior, puede llenar nuestra vida. Porque nosotros fuimos creados para la eternidad, solo aquello que viene de la eternidad puede, de hecho, llenar nuestro corazón, puede alimentarnos y soportar. Y es ese el verdadero alimento que nos fortalecera y nos dá coraje para seguir las dificuldades, los desafios y las probaciones de esta vida, sin perdernos la esperanza de lograr la vida eterna.
Jesús es el alimento que nos convierte resistentes para seguir hacer Su voluntad y, por encima de todo, para permanecer unidos a Él. Jesús nos prometió que todo aquel que ver el hijo y en Él creer tendrá la vida eterna (Jn 3,15).
Jesús no quiere, mis hermanos, que nosotros perdamos el coraje delante de los contratiempos de esta vida. Por eso, Él esta, constantemente, en la Eucaristia, para que nuestro corazón pueda reposar en Él y esté muy seguro con nuestra mirada para el Cielo, mientras caminamos aquí, en esta tierra.
¡Busquemos ese alimento! Jesucristo es el alimento que quiere fortalecernos para caminar para la eternidad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
