“No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad” (Jn 17, 15-17).
Mis hermanos y mis hermanas, estamos dentro de los discursos llamados “discursos de despedida de Jesús”. Donde el Señor prepara el corazón de Sus discípulos para su partida, para Su “ausencia”, para que ocurra el derramamiento del Espíritu Santo. Jesús esta educando Sus discípulos para ese momento, para esta experiencia.
Sepamos que es propio de la naturaleza del amor el instinto de protección. El amor protege, pero, muchas veces, eso puede ser hecho de una forma equivocada. Confundir amor (protección) con sofoco, con quitar la libertad de la persona o hacer con que ella pierda su capacidad de autonomía, es muy diferente.
Como yo dije, de la naturaleza del amor es propio protección, pero no quiere decir que yo pueda sofocar la otra persona, que yo pueda ahorrar la otra persona de algunos sufrimientos, que yo pueda quitar la libertad de aquella persona de elegir o incluso sustituir el otro en sus decisiones, en sus tomadas de decisiones.
Esta parte del Evangelio – cuando Jesús reza al Padre – puede muy bien hablar a nosotros del ejercicio de la paternidad y de la maternidad, pero de una forma muy fecunda, de una forma muy profunda, porque es justamente la capacidad de engendrar hijos autónomos, capaces de elecciones justas, capaces de guiar el propio camino y el camino hacia Dios.
Porque el enemigo de Dios, el maligno, viene justamente para roubar, matar y destruir
Es eso que Jesús esta aquí afirmando: “No quites del mundo”. Es decir, existen dramas que son inevitables, existen situaciones que no podemos evitar, existen elecciones que deben ser hechas, existen dificultades que necesitan ser enfrentadas. No podemos querer ahorrar nadie de estas realidades.
Nuestro Señor no quiso ahorrar Sus discípulos de estas realidades. Cuando Él dijo: “No quites del mundo” – entendiendo toda estas realidades creadas por Dios, pero la propia dinámica de la vida, la propia realidad que comporta esta vida en este mundo -, Jesús no quiso que el Padre quitase Sus discípulos de eso.
Eso habla mucho para nosotros, porque debemos y tenemos que enfrentar determinados dramas de nuestra vida que son inevitables, tenemos que hacer elecciones, tenemos que guiar nuestra vida y, muchas veces, los problemas y las dificultades que vamos enfrentar hacen parte de ese crecimiento y de esta capacidad dentro de nosotros de encontrar fuerzas, justamente, para solucionar todas estas situaciones.
La única cosa que Jesús pide aquí es que ellos sean protegidos del maligno. ¡Es importante eso! Porque el enemigo de Dios, el maligno, viene justamente para robar, matar y destruir, y eso Jesús no quiere para la vida de ningún discípulo, eso Jesús no quiere para tu vida ni para mi vida, por eso Él ruega al padre para que Él nos proteja del maligno.
Pero las realidades propias de la vida, tenemos que enfrentar todos los días. Tu como padre, como madre, como cuidador, como profesor, profesora, aquel que esta en la vida de las personas para ayudar en la formación, tu tienes que formar hijos y discípulos autónomos que sepan enfrentar las durezas de la vida.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!