“Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo? Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lucas 6, 1-5).
Jesús inaugura las novedades
Hermanos y hermanas, nosotros vemos que Jesus se pone como referencia a partir del texto que escuchamos hoy. No es el hombre que fue creado para el sábado, pero el sábado fue creado par el hombre.
El Sábado fue creado para el hombre.
Por eso que Jesús dijo: “El Hijo del hombre es también Señor del Sábado”. El sábado, que en la mentalidad judaica es un día muy especial, es el día del descanso, es el día después de la creación que Dios descanso.
Y Jesús, al decir esta palabra, engendra, de alguna forma, revuelta en el corazón de los judios, que, en este día, no trabajan y tiene una serie de reglas, de cosas que no era para ser vividas. Jesús, sin embargo, inaugura un nuevo tiempo, el nuevo pueblo de DIos, una nueva forma de vivir no pautado solo en la ley, pero en la gracia.
Y Jesús es el Señor de la gracia. Él es el Señor de la gracia también en el sábado y todos los días. Él es el Señor de la gracia en la situación que estás viviendo hoy.
El Hijo del hombre es Señor del sábado
El Hijo del hombre es Señor también de las situaciones que tu consideras imposible en tu vida, de las situaciones de dificultad, de sufrimiento.
Nosotros debemos guardar, en nuestro corazón, esta seguridad: el Hijo del Hombre es Señor de todo, es el Señor que conduce nuestra vida, nuestra historia y guía todo con Su presencia y la providencia.
Que nuestro corazón se abra como hijos de la gracia, hijos de la presencia de Dios, para correspondernos a lo que Él espera de cada uno de nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!