“El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra” (Mt 13, 45-46).
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La Iglesia celebra, en este día, la Fiesta de Santa Rosa de Lima fue la primera mujer de las Americas a ser canonizada, a ser santa. Honrada también con el titulo de “Patrona de la América Latina”, el Evangelio, que hoy nos fue propuesto, una reflexión sobre ese tesoro oculto, esta joya de gran valor.
Ese Evangelio define, en poca palabras, lo que debe ser el centro de toda la espiritualidad cristiana, lo que debe ser el centro de nuestra vida, nuestra búsqueda. El centro de nuestra espiritualidad esta en el encuentro de ese tesoro oculto, en el encuentro de esta joya de gran valor, esta joya preciosa.
Y Santa Rosa – esta santa que nosotros celebramos hoy, tan amada aquí en la América – , desde muy joven fue una mujer de profunda oración y reflexión. Y fue justamente por medio de su espiritualidad que ella ha descubierto este tesoro de la vida religiosa y, a partir de allí, ha decidido entregar su vida totalmente la vida religiosa, ha preferido dejar todo lo que tenía por un valor superior, por algo de más valor, por una joya de valor inestimable.
Jesús es nuestro mayor tesoro, Él es la joya de gran valor
Dios es un tesoro oculto que nos atrae; pero también exige de nosotros la renuncia de los bienes aquí de este mundo.
Cuenta la historia que, algún día, mientras Santa Rosa rezaba delante de una imagen de Nuestra Señora (que mantiene en los brazos Jesús), ella escuchó la voz de aquel niño que decía para ella: “Rosa, dedique a mí todo su amor”, y ella no dudo en responder. A partir de aquel momento, Jesús fue su mayor amor, Él fue su mayor tesoro, fue la joya preciosa que ella busco y tenía en su vida hasta el fin de su vida aquí en este mundo.
Mis hermanos, Jesús es nuestro mayor tesoro, Él es esta joya de gran valor, ese tesoro que esta, muchas veces, oculto sobre el velo de la fe. Es un tesoro oculto en este campo, y nosotros necesitamos buscar a Él. Y, cuando encontramos a Él, que nosotros podamos vender todo para poseer a Él.
No hay otro camino, Dios nos llama a encontrar ese tesoro, a descubrirnos por medio de la oración lo que tiene más valor, que es Jesucristo. POr eso, así como Santa Rosa – que ha descubierto ese gran tesoro y fue capaz de entrega toda su vida –, que nosotros también podamos cultivar un corazón que sepa amar Jesucristo y, por eso, entregarse a Él a cada día.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!